Las mejores actividades interpretivas llegan a la ciudad.
El contexto siempre lo es todo. Si no fuera así, poca gente iría, por ejemplo, a un concierto: ¿quién quiere ver a los Stones cuando por el precio de una entrada puedes comprarte unos cascos que te permiten escuchar Ruby Tuesday mejor de lo que la van a tocar?
Al hilo de esto, celebramos (otro año más) la llegada del Festival del Teatre Grec. Y celebramos su privilegiada ubicación.
Los jardines del Teatre Grec son hectárea y media de abstracción bucólica: apenas un puñado de minutos desde cualquier punto de Barcelona bastan para salir de la ciudad al bosque. Entre fresnos, cipreses, encinas, lavandas: en un entorno netamente mediterráneo. Ahí es dónde está uno de los teatros más especiales de Barcelona. Y, realmente, de España.
La abstracción de la que hablamos es total cuando en este entorno se da una de las citas más esperadas del panorama cultural. Y, más concretamente, del mundo interpretativo. Y no es una hipérbole o una exageración paródica. Las mejores propuestas de teatro, música, danza y circo del panorama nacional e internacional llegan -sí, otro año más- a la 42º edición del Festival del Grec.
Porque, mientras se celebra a bombo y platillo el cuarto de siglo que cumplía este año el Sónar, otro festival, este del que hablamos, ya peina canas. Casi medio siglo poniendo sobre la mesa -sobre el proscenio, realmente- propuestas interpretativas de obligado disfrute.
Siempre con una máxima o dogma como línea a seguir: impulsar las producciones catalanas y el talento joven y mostrar lo mejor de las artes escénicas. Objetivo conseguido año tras año.
La lista de objetivos ajenos al festival desde un plano ontológico también crece año a año. A saber, este año (y por iniciativa del Café Belgrado) se ofrece un menú a los más sibaritas. Un menú, por cierto, adaptado a quienes tienen entradas. Ahora bien, para quienes no les apetezca emplatarse, existe la opción de darse una vuelta por el Mercado Gastronómico y echar un vistazo a las distintas propuestas gastronómicas.
Y es que, habida cuenta del cartel, de su historia y de las novedades, lo único que nos planteamos es la reescritura de las cosas que hay que hacer antes de morir.
Plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo. Sí. Pero también vivir un espectáculo en el Grec.