No la imagen panfletaria que Turismo Barcelona trata de exportar al mundo, no los hípsters que copan las tiendas de segunda mano de Tallers. Sí la crudeza de aquel que fuera bautizado como barrio chino, de aquel formado por vecinos que sufren las consecuencias derivadas del drama de los narcopisos.
Al principio no fue el verbo. Fue la mirada. Siempre ha sido la mirada. La de quien mira y la de quien la retrata. En este caso, la mirada del fotógrafo, de Marouane Joubba. Y la mirada del retratado, expresiva como la de un podenco en una protectora. Así es la tesis fotográfica de Joubba y así es la cuenta de fotoraval. Una tesis y una cuenta que se puede resumir en la siguiente frase: El Raval cabe en una mirada.
Una mirada y un Raval siempre retratado en blanco y negro.
Una mirada y un Raval centrado en un cuadrado formado por estos cuatro lados: la inmigración, la juventud, la vejez y la coexistencia cultural. Con el prisma social reforzando cada lado.
Sus fotos, que podrían estar en un museo, y su Instagram, consecuentemente, que hace las veces de galería: descripciones someras, lacónicas que son dignas de figurar al lado de su foto expuesta.
Las fotos, por cierto y dada la nacionalidad del autor de las mismas, se confunden y entremezclan con otras fotos efectuadas en Rabat. El parecido entre ciudad y barrio no es sólo fonético.
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