Cuando alguno de nuestros antepasados atribuyó a la fuente de la Budellera la virtud de curar problemas estomacales, difícilmente sabría que su atribución haría las veces de bautizo. Y es que la teoría –posiblemente infundada– de este ciudadano anónimo dio nombre a la fuente. Budells se traduce como intestino y, lo dicho, este agua sanaba dolores de estómago.
Probablemente este mismo tipo –o tipa– tampoco sabría que la fuente de la Budellera se iba a convertir una meca de la peregrinación (bastante poco conocida) para los que necesitan huir del mundanal ruido.
Y es que es imposible escuchar a alguien hablando de este lugar y que en esa conversación no aparezcan palabras del campo semántico de paz o del de tranquilidad.
No es para menos: si en la Haine dicen que “lo importante no es la caída, sino el aterrizaje”, en una excursión a la fuente de la Budellera, uno repara que lo importante no es la meta, sino el camino. En la ruta hasta la fuente –nota importante: una de las mejores cosas de esta excursión es que te alejas de la mano de Dios y no tienes que coger el coche– primero subes en funicular hasta Vallvidriera. Y luego tienes una de las mejores vistas de la ciudad y luego una de las mejores vistas de la Sierra de Collserola.
El camino está muy bien señalizado y la ruta es circular: apenas son 3,6 kilómetros y apenas se tardan 80 minutos.
Aquí tienes cómo llegar.