Era uno de los árboles que mayor protagonismo tenía en la Plaza Real.
Así lo hizo saber betevé el viernes: la palmera washingtoniana -también llamada palmera de abanico-, que rondaba los 20 o 25 metros y que presidía la Plaza real, se quedaba sin vida. La noticia no cogerá por sorpresa a quienes acostumbren a frecuentar la zona: de un tiempo a esta parte, la palmera estaba dando sus últimos coletazos. Seca y descolorida, la fragilidad era su estatus quo. Un estado que, dadas las circunstancias, preocupaba a las autoridades. Ya no por una cuestión de empatía vegetal, sino por el desaguisado que te puede montar la caída a plomo de un árbol de 20 o 25 metros.
Apenas ha habido tiempo para lutos y tampoco espacio para nichos: la palmera fue transportada (si se acepta el eufemismo) el mismo viernes y sustituida también ese mismo día. Ahora su lugar la ocupa otra palmera que mide entre 4 y 5 metros. Se cree que vivirá entre 50 y 100 años y se espera que crezca 20 centímetros al año: algo más de un centímetro al mes.