Macari Gómez, conocido como MAC, ha muerto a los 92 años.
Nacido en Reus en 1926 y muerto en Olesa de Montserrat el pasado viernes, Macari Gómez tendría mucho que enseñarnos en lo relativo al arte de hacerse las américas sin salir de España. Sobre ese arte y, claro, sobre el arte del que se sirvió para poder hacerse un Reus-Los Ángeles sin necesidad de coger el avión. Sobre la ilustración, sobre el dibujo, sobre la pintura.
Macari Gómez, MAC (no para los amigos, sino profesionalmente: así firmaba sus obras) pasó una infancia y una adolescencia indeseable: su padre murió pronto, fue internado en la Casa de la Caridad de Reus, descubrió que le gustaba dibujar y cuando empezó a estudiar en la Escuela de Bellas Artes de Reus, estalló la Guerra Civil y tuvo que interrumpir sus estudios.
No obstante, haciendo apología de «el que la sigue la consigue» y decidido a conseguirla -a dedicarse a la pintura profesionalmente- tras la muerte de su madre, MAC recibió su recompensa en forma de oportunidad laboral de lujo.
El paso previo fueron los carteles de anuncios de cine para la prensa. A partir de ahí, la proyección meteórica hacia las carteleras. De su escritorio a los cines más importantes. Esa era la trayectoria que trazaban los dibujos de MAC. ¿Su don? Interpretar, entender, condensar y darle vida o forma. Teniendo siempre como referencia a Mariano Fortuny, pintor también reusino que se buscó las habichuelas en Roma.
MAC entró en Hollywood por la puerta grande (claro que metafóricamente, aunque no parece difícil imaginarle entrando por los estudios de Universal, todo ufano él): le encargaron el cartel de Los diez mandamientos. Tal fue el éxito -cuentan ahora las necrológicas- que el mismísimo Charlon Heston pidió conocerle personalmente en su siguiente visita a España. No obstante, y dicho sea de paso, Heston no fue la cara más conocida que pidió honores para MAC. Kirk Douglas o Marlon Brando, en calidad de compañeros de gremio, reivindicaron su trabajo. También Salvador Dalí, paisano del bueno de MAC, elogió su trabajo.
Y no es de extrañar: estaba ante los ojos de todos. Un tranvía llamado deseo, Moulin Rouge, Psicosis, Quo Vadis, Doctor Zhivago, El Verdugo… Y así hasta 4.000 títulos. Todos los éxitos taquilleros creados entre 1950 y 1970 pasaron por sus manos. Literalmente.
Y la decadencia. La decadencia que es ajena a las circunstancias individuales. La puñalada que viene del exterior o de los avances tecnológicos: los carteles empezaron a hacerse con fotografías. El trabajo de MAC dejó de ser indefectible para ser superfluo.
Su carrera, no obstante, no acaba. O no aquí, claro. Y como un Benjamin Button catalán que pasa del éxito absoluto al trabajo humilde, MAC se dedicó a diseñar carátulas para vídeos.
MAC ha muerto, pero ha muerto entre vítores (si es que se puede morir así). En sus últimos años se hinchó a recibir premios como la Cruz de Sant Jordi. También fue nombrado miembro de honor de la Academia del Cine Catalán y su obra fue expuesta en la Filmoteca Nacional de Madrid.
MAC ha muerto pero, como se suele decir en estos casos a modo de consuelo y de homenaje, su obra permanece con o entre nosotros.