Hasta aquí el clickbait: es ironía porque tiene sistemas de videovigilancia.
La relación entre George Orwell y Barcelona (aparte de que Mercedes Milà y Jordi González, ambos periodistas de Gran Hermano, sean respectivamente de Esplugas de Llobregat y de El Guinardó) tiene sus aristas y sus peculiaridades.
Se podría decir que empieza con la visita de Orwell (su verdadero nombre es Eric Arthur Blair) entre 1936 y 1937. Una visita efectuada no precisamente bajo el pretexto del turismo: Orwell vino a Barcelona en calidad de combatiente republicano.
La relación cristaliza con Homenaje a Cataluña, la constancia escrita de la presencia del escritor británico: se trata de un relato personal sobre la experiencia de Orwell durante la Guerra Civil.
En este hecho se podría poner punto y final y adiós muy buenas y muchas gracias Orwell por haber escrito sobre Barcelona.
Pero no fue así, en 1990, en algún punto del Barrio Gótico y tras el derribo de una manzana de viviendas, se acondicionó un espacio para ser plaza pública. En dicha plaza se colocó una estatua surrealista, imposible o sencillamente fea a ojos de según quien construida por Leandre Cristofol. La plaza también se consolidó como centro del menudeo.
Y pasó a llamarse popularmente plaza del tripi.
Lo importante de lo que hemos dicho un poco más arriba es lo del menudeo. El trapicheo y el mercadeo de drogas con todo lo que esto conlleva. Conflicto permanente, trasiego de maleantes, indigencia y cualquier forma incívica que el lector de estas líneas tenga a bien imaginar.
Hablamos de la plaza del tripi (concebida así en el imaginario colectivo) porque seis años después de su creación -en serio- fue bautizada oficialmente: Plaça George Orwell.
Algunos años después del bautizo y con el fin de tener controlados a los maleantes que vagaban por la plaza, se colocó un sistema de videovigilancia.
Un sistema de videovigilancia en la plaza que homenajea al autor de 1984, la obra distópica por excelencia este siglo XX.
Genios.