En cierto modo, puede llegar a tener sentido hablar de parques y jardines en términos de oasis. A saber, un oasis es el paraíso entre la monotonía kilométrica de la arena; un parque es el paraíso entre la monotonía kilométrica del asfalto. Y en Barcelona, dada su disposición geométrica, es más peculiar incluso: donde esperas un chaflán y otro bloque de hormigón, a veces te encuentras toda una oda al verde.
Como es el caso de los Jardines de Moragas. Los Jardines de Moragas es un pequeño parque de aspecto y tradición centenaria que está en el distrito de Sarrià. Y casi se puede comprender como un jardín abierto al público en un chalet privado.
Los Jardines de Moragas, escoltados por tres paredes, están en el cruce entre la calle Tavern y la calle Calaf. Y una de las razones por las que (si no eres del barrio) merece la pena gastarse dinero en el metro para ir a verlo es por la vasta variedad medioambiental. Palmeras, pinos, cedros del Himalaya, castaño de indias, falsas pimientas. Con el punto a favor, además, de que fueron plantados hace unos cuantos cientos de años y tienen una raigambre considerable.
Mención aparte merece la historia de su titularidad y el personaje que les da nombre. Francesc Moragas, prohombre barcelonés que contribuyó al crecimiento de la ciudad desde una perspectiva liberal y progresista, donó los terrenos de su casita a las afueras a la ciudad. Y la ciudad lo convirtió en parque y lo remodeló en 1959.
Ahora lo puede visitar quien quiera. Sus horarios varían en función de si es invierno o verano, pero básicamente se puede visitar si es de día.