Hay muchos puntos de partida para empezar a hablar de los jardines de Mossèn Costa i Llobera. Uno, quizás el más impactante, podría ser el hecho de que haya sido considerado uno de los diez mejores jardines del mundo. La distinción no ha sido otorgada por un jardinero de Gavà ni por una vecina de La Sagrera. Qué va. Fue una periodista del New York Times quien lo incluyó en ese top ten.
Lo más peculiar de esta demostración del tópico de “no saber valorar lo que uno tiene” es que fue clasificado como tal cuando estaba en sus horas más bajas. En los ochenta hubo un par de heladas que diezmaron el 40% de su variedad. Y fue en esas fechas cuando se le incluyó en esa clasificación.
Porque, vaya por delante de todo, quizás lo más relevante de los jardines de Mossèn Costa i Llobera es la variedad. Una variedad que es susceptible de generar priapismo en un entendido de la materia. Hay 800 especies. Una colección única, natural y pública de plantas exotiquísimas. Hay arboles mediterráneos, sí, pero lo que destaca son las cactáceas. Y entre ellas un oreocereus neocelsianus que tiene doscientos años.
El jardín, de más de tres hectáreas, fue inaugurado en 1970 y rehabilitado para facilitar su acceso hace bastante poco.
A pesar de que la popularidad de la que goza no es excesiva -o quizás precisamente por eso-, este jardín es ese tipo de sitios que sólo conocen algunos autóctonos (y los lectores del New York Times).
El tema es que además de tener la sensación constante de que Roberto Bolaño podría haber ambientado aquí Los Detectives Salvajes, de que es un pequeño fragmento de Sonora, el contraste existente entre lo que pisas y lo que se ve es brutal. Estos jardines -llamados así en homenaje al poeta mallorquín- son, simultáneamente, un mirador privilegiado. Gracias a su inclinación, la vista panorámica sobre la franja litoral de la ciudad y el puerto.
Horario: de 10:00 a 21:00
Dirección: Ctra. de Miramar, 38