“¿No podemos jugar con la pelota? Pues nos drogamos”. Esta pintada (¡ese verso!) se inició o popularizó en algún punto de Italia y de ahí se extendió a otras tantas plazas en las que se vetaba el uso de la pelota. Ahora, presumiblemente, nadie tendrá que leer eso en Barcelona: el Ayuntamiento parece decidido a recuperar el espacio público y a entregárselo a los niños trece años después.
En 2006 se produjo la prohibición en pos del supuesto derecho a no ser molestado; en pos de algo cercano a la criminalización del ocio; en pos del olvido de quien ha disfrutado en la calle durante su infancia y no quiere eso para la infancia de otros. La ordenanza de convivencia de 2006, por cierto, establecía multas de entre 750 y 1.500€.
Algo completamente opuesto a lo que se pretende ahora (estimular la actividad física y lúdica en la calle). Desde el Ayuntamiento han señalado que esto es solo una de las patas de un proyecto a largo plazo: “Hablamos de un ambicioso proyecto de transformación del espacio público que tiene su horizonte en el 2030. Su objetivo es garantizar el derecho al juego de los niños”.
Una de las ideas que integran este plan es la siguiente: los domingos se cortará el tráfico de una calle principal de cada distrito. Y en ese tramo cortado se organizarán actividades lúdicas en un espacio contratado. Una idea, decimos, que en boca del Ayuntamiento se entiende así: “Queremos que el juego infantil no quede circunscrito a espacios cerrados”.
Hace un par de años, Ignacio Pato publicaba en Playground un reportaje que iba al hilo del tema. En ese reportaje, Maria Truñó, directora del Institut Infància i Adolescència, decía que: “La presencia de niños jugando en la calle debería ser un termómetro de cómo se está cuidando la vida comunitaria”.
Bien, parece que después de 13 años de temperaturas bajo cero, Barcelona (sus calles, que son las de sus niños) recuperan temperaturas cálidas y sanas para la vida comunitaria.