
La de la foto es la que se podría considerar su obra maestra: el Santuario de Nuestra Señora de Montserrat (Montferri), de claro parecido con la obra de Gaudí.
Dado el gusto por la deformación de los hechos que proporciona la mitificación, empezaremos hablando de Jujol con una anécdota sobre su aportación en la construcción de la Pedrera. Hay quien dice que, con nocturnidad y (sobre todo) alevosía, Jujol se iba a retocar los balcones de hierro forjado de la Pedrera, para darles la forma y la ondulación que él quería. Que él quería.
Verídico o no, poco importa: es un hecho simbólico que da cuenta de la importancia de Jujol en la obra de Gaudí.
Josep Maria Jujol i Gibert nació en Tarragona en 1879. Siendo un chaval y siendo sus padres conscientes de la ausencia de oportunidades que Jujol Jr tendría en su ciudad natal, decidieron desplazarse a Barcelona.
De Jujol, en todo caso, nos interesa su relación con Gaudí, por eso no repararemos en las etapas de su infancia y adolescencia. E iremos directamente a 1904, cuando Jujol estaba en tercero de carrera. Según las pesquisas del Arxiu Jujol, fue en ese año cuando el joven tarraconense estando en tercero de carrera empezó a trabajar con (para) Gaudí.
Jujol, como todo el que consigue trabajo en este país, tenía padrino (un profesor de la universidad era íntimo de Gaudí). Y comulgó. Aunque esto no debería desmerecer la dimensión de su obra: sería, simplemente, el empujón que necesitó para conocer a alguien que apreciara su talento.
Meritocracia o no aparte, Jujol entra como ayudante y se consolida como colaborador. Se podría decir que Gaudí descubrió a Jujol y que forjaron una relación interesantísima. De influencia constructiva y recíproca.
Jujol era un maestro, un sensei, un genio de la decoración. Sus intereses estaban ligados al detalle artesanal. Un detalle, claro, que iba muy de la mano con las ideas arquitectónicas de Gaudí: la sensibilidad que ambos sentían hacia la naturaleza es consabida en estos círculos. Tanto es así, que de la obra de Jujol siempre se ha dicho que está condicionada o influenciada por el paisaje rural del Campo de Tarragona.
Modernismo surrealista es como ha venido a ser llamado el estilo de Jujol. Un estilo, por cierto, visible por donde quiera que el ingenio de Gaudí haya tenido algo que ver. En la fachada, en la decoración y en el mobiliario de la Casa Batlló. En el banco del trencadís del Park Güell. En la decoración interior de la Pedrera.
Tanto es así que, en declaraciones a El Mundo, el historiador de arte Daniel Giralt-Miracle, dijo que: «El primero que descubrió su talento fue Gaudí. Lo vampirizó y lo fagocitó. Lo hizo suyo. Muchas veces no sabemos dónde empieza Gaudí y dónde acaba Jujol»,
En la línea de declaraciones de entendidos, hay que valorar lo que dijo Yuji Morieda, arquitecto japonés: “Jujol da vida y color a la obra de Gaudi”.
Una vida fundamentada en el ingenio, en la imaginación y en la maestría referente a la ejecución de la forma y del color.
No vindicado en vida y discretamente reivindicado en muerte, sirva este artículo para hacer saber al turista medio, al barcelonés errante, al no provecto en temas arquitectónicos, a quien (como un servidor mismo hace una semana) no tenía conocimiento de la existencia de Jujol. Decimos, sirva para hacer saber que, en la obra de Gaudí, detrás de cada voluta, de cada brochazo, de cada decisión ornamental está la imaginación de Josep Maria Jujol i Gibert.