A los niños les encantan. Y a los mayores también, para qué mentirnos. Las figuras mitológicas de los desfiles catalanes son focos de las miradas y cámaras desde que allá por finales del Siglo XX las volvimos a recuperar tras bastante tiempo en el exilio popular.
En Barcelona podríamos impartir varios másters, y ahora que estamos en toda la efervescencia de la época de fiestas, nos ha parecido justo y necesario hacer un pequeño viaje por esos seres que pueblan nuestras calles escupiendo fuego, bailando y haciendo llorar a más de un bebé.
Empezamos la serie con un repaso a los componentes más mágicos del Seguici Popular de Barcelona.
L’Àliga de Barcelona
La tradición del Águila comenzó en el siglo XIV y se dice que su imagen simboliza al evangelista Sant Joan, aunque no hay referencias que puedan corroborar esto. Fue muy popular durante los primeros tres siglos en las ceremonias de la época hasta que los Decretos de Nueva Planta de Felipe V entraron en vigor. El Águila se recuperó para la ciudad en 1989 con motivo del Proyecto de Recuperación de la Imaginería Festiva de la Ciutat Vella.
La que vemos hoy en las calles principalemente en las fiestas de La Mercè y Santa Eulalia data de 1999 y la tallaron las manos del artista Xavier Jansana i Font. La estatua, que cuando no está dando vueltas por la ciudad puede verse en el Palau de la Virreina, tiene un baile propio creado a partir de una antigua melodía que se llama «Ball per a ballar l’Águila de Barcelona».
Mulassa de Barcelona
Su origen hay que buscarlo en 1601, cuando se tiene la primera referencia documentada. Esta tiene como pretexto las fiestas de canonización de San Raimundo de Peñafort, durante las cuales la figura aún no tenía la forma con la que se conoce y solo era un tonel cubierto con tela. Su historia está relacionada estrechamente con la iglesia de Santa María del Pi, donde se guarda su figura original. Por su parte la réplica de 2005 diseñada por Manel Casserras i Solé (que es la que podemos ver en los pasacalles) se puede ver en la Casa dels Entremesos.
Lleó de Barcelona
La primera vez que tenemos constancia de nuestro león fue en 1424, ya que aparece en el Llibre de les Solemnitats de Barcelona (algo así como el diario de los actos y fiestas de la época). Aunque es mucho más tarde, en 1601, cuando en las fiestas de canonización de Raimundo de Peñafort (otra vez) aparece como la figura más parecida a lo que conocemos hoy en día. Era habitual encontrar personas con máscaras de león acompañándolo en sus salidas por Barcelona. Lo hizo, por ejemplo, en la beatificación de San José Oriol en 1801 o en las fiestas celebrando el final de la Guerra de los Siete Años en 1837.
El Drac de Ciutat Vella
El dragón es una de las figuras predominantes en la mitología catalana, ni falta hace decir que es imposible entender cualquier festejo sin al menos uno de estos gigantescos bichos verdes asomando la cabeza (esta hasta escupe fuego). Sus primeras apariciones en las fiestas de la ciudad eran siempre de la mano de los cohetes y los espectáculos de fuego, aunque últimamente también se deja ver de forma más pacífica en los pasacalles. La figura actual es responsabilidad de Manel Casserras i Boix y se puede encontrar también en la Casa dels Entremesos.
La Víbria de Barcelona
Y como los dragones son tan claves en nuestra mitología, no podíamos quedarnos solo con uno como único ejemplar del Seguici Popular de Barcelona. La víbria es la representante femenina de la fiesta, y su origen en la cultura popular catalana se remonta al Siglo XV, cuando era habitual sacarla en las procesiones del Corpus y para recibir a gente importante, como por ejemplo Isabel de Castilla. La imagen actual es de 1993 y su padre fue el imaginero Xavier Jansana. También la puedes encontrar, como casi el resto de sus hermanos, en la Casa dels Entremesos.