Al hípster de barba y camisa de cuadros le faltaba el hacha. Y aquí la tiene.
Casi igual que Homer Simpson cuando le toma el relevo a los feriantes y el jefe Wiggum le deja caer que tiene que sobornarle: “Consiste en lanzar aros hachas”.
Nada más simple ni divertido que eso: lanzar hachas contra un cacho de madera. Una hora lanzando hachas. Como una versión mejorada del lanzamiento de dardos. De hecho, no es mala la comparación: dardos a lo bestia y liberando adrenalina –liberas adrenalina porque si te descuidas le trepanas la cabeza al de tu derecha.
Y siendo tan básico como es, está guapísimo. Si no estuviera guapísimo no sería un deporte tan popular en Canadá y en Estados Unidos –poca broma: es un deporte federado con casi cinco mil miembros. De hecho, solo en Estados Unidos hay más de dos mil locales como el Barcelona Axe Throwing (Trafalgar, 8).
Antes de empezar lo que quienes lo hemos probado lo consideramos terapia para el estrés, recibes una breve formación. Esa formación tan sucinta consiste en lo siguiente: algún consejo sobre técnica –porque sí, unas formas de tirar el hacha son mejores que otras– y algún que otro consejo sobre seguridad –recuerda: tienes un hacha en tus manos y no queremos que nadie vuelva a casa con muñones.
Y a mi esta forma de ocio me fascina porque mientras hay desarrolladores, guionistas y animadores devanándose los sesos en la creación del último juego, nosotros nos reafirmamos y demostramos que somos más simples que todo eso: dejadnos un hacha, una pared y el mundo será nuestro.