Originarias de América del Sur, estas cotorras se han extendido por Barcelona y su población aumenta cada vez más. El gobierno municipal de la ciudad estimó en 2015 que la población de estas aves rondaba los 5.000 ejemplares, pero calcula que hoy la cifra alcance los 10.000, según publicaba el diario El País.
Esta especie invasora dota a Barcelona de un cariz exótico, casi tropical, pero su presencia afecta gravemente su ecosistema. Las parejas de cotorras han llegado a tener incluso segunda puesta de huevos, lo que podría estar detrás de su rápida proliferación, además de la ausencia de depredadores. De hecho su éxito reproductor y su tasa de supervivencia son muy superiores a los registrados en sus países de origen.
El Ayuntamiento por el momento tan solo puede vigilar el crecimiento de su población pero no puede reducir su número de ejemplares, tan solo puede retirar nidos, huevos y polluelos. Estas aves, según explicaba el citado periódico, dañan la vegetación ornamental, algunos árboles exóticos, como la higuera africana o el almez, y devoran los frutos de algunas plantas exóticas como los dátiles de las palmeras. Además, donde se extienden sus nidos de forma abundante desaparece o disminuye la presencia de otras especies como las ardillas.
También son un problema los propios nidos, que pueden llegar a pesar 300 kilos y cuyo desprendimiento supone un riesgo evidente. Es por ello que desde el gobierno local se insta a no alimentar a estas aves, al igual que pasa con la palomas.