Un secreto tan bien guardado que, hasta 1968, no se descubrió. Hasta que unos espeleólogos dieron con dicho secreto (secretos, en plural, quizás es más apropiado), no se supo de su existencia.
Nos referimos a las cuevas de Benifallet, la belleza natural en su maximísima expresión.
Seis son las cuevas que componen el entramado secreto de la localidad tarraconense. Siendo que, por seguridad de visitantes y conservación de visitado, sólo se pueden visitar dos de ellas.
Una es la cueva del dos, llamada así por las dos bocas que tiene. Es un recorrido de 253 metros. La otra cueva tiene un nombre que es en sí mismo un spoiler: las cuevas maravillas o meravelles. Un prodigio natural. Una cueva de 510 metros con casi todas las formaciones naturales que puede tener una cueva natural: estalactitas, estalagmitas, columnas, coladas, macarrones, gours.
Hablamos, siendo poéticos, de obras formadas por el lento degoteo de aguas infiltradas. Aguas, gotas, casi lágrimas que dieron lugar a formaciones capaces de haber inspirado creaciones de Gaudí. Formas dignas de derrocar al Test de Roschard dada la imaginación avivada en el visitante.
El mes de agosto, además, es uno de los mejores meses del año para visitarla. Y lo es porque entre el 1 de noviembre y el 31 de marzo, las visitas sólo son posibles los festivos y los fines de semana. Mientras que ahora, del 1 de abril al 31 de octubre, las visitas están disponibles de lunes a domingo. El precio, por cierto, para adultos es de 7€, mientras que para niños es de 5€. E incluye una visita guiada.
La visita a Benifallet, además, es una oportunidad espectacular de conocer el canto de las tierras del Ebro. También una excusa no menos buena de disfrutar de su vasta y rica gastronomía.
La oportunidad de visitar un monumento (sí, monumento) de estas características a tan poco tiempo de casa es una joya, un Cartier. La oportunidad de conocer un paisaje apenas visto más allá de películas como 127 horas, supone la excursión perfecta para un fin de semana cualquiera.