El ocio nocturno ha sido uno de los puntos más negros de la debacle económica ocasionada por el coronavirus. Son muchas las salas pequeñas y medianas que ven inasumible mantener esta situación mucho más tiempo. Pero pareciera que solo somos capaces de entender la envergadura del problema cuando salas como la Apolo o Razzmatazz, buques insignia del ocio nocturno y la música en directo en Barcelona, levantan la voz de alarma.
Alberto Guijarro, director de la Sala Apolo, explicaba en una entrevista a la RAC1 que cuentan con margen «hasta enero o febrero» antes de tomar una decisión definitiva sobre el cierre definitivo del lugar. No mucho mejores son las perspectivas de Lluís Torrents, gerente de Razzmatazz y presidente de la Associació de Sales de Concerts de Catalunya (ASACC), quien en su caso pone el límite en primavera.
Pero, como decíamos, la difícil situación de Apolo y Razzmatazz solo es un síntoma de un problema mucho mayor que amenaza con destruir toda una rama del ocio en la ciudad. Porque, aunque estas dos grandes salas puedan aguantar hasta principios del 2021 o incluso primavera, habrá muchos locales que ya habrán echado la persiana para entonces.
Torrents no solo habló en nombre de Razzmatazz sino también como representante de las otras 80 salas de Cataluña que se engloban bajo el paraguas de las ASACC, de las que «la mayoría» no llegará a enero. Guijarro apuntaba además que “lo que más duele es que no vemos la luz de cuándo podemos abrir y eso crea mucha incertidumbre e inseguridad”.
Además, como también apuntaba Fede Sardá, director de la sala Luz de gas, temen que, si finalmente la salida fuera la venta de las salas, sean fondos buitres quienes se hagan con ellas para llenarlas de «ingleses y alcohol barato».