Cuando era pequeña, lo mejor que podían decirme mis padres cuando llegaba el verano es que nos íbamos a pasar el día al Tibidabo. Recuerdo el vértigo que me daba la montaña rusa, el pensar que al barco pirata un día se le iba la pinza y daba la vuelta conmigo dentro o peor aún, que un día los autómatas cobrarían vida y no lo contaba.
Vale, esto último se debe a que quizá vi demasiada televisión. Uno de los días más depresivos de mi vida fue cuando a los trece años volví y me di cuenta de que ninguna atracción me provocaba el mismo entusiasmo que cuando era cría. La montaña rusa iba demasiado lenta, el barco pirata no daba miedo y los autómatas parecían sacados de una peli de miedo de serie B. Ir al Tibidabo es una de esas cosas que hay que hacer al menos una vez en la vida, Los que lo habéis hecho ¿Recordáis estas atracciones?
El Magatzen de Les Bruixes i Els Bruixots
También conocido como el chisme ese del que te cuelgan y en el que te asustan a la salida. Te sabes el trayecto de memoria y aun así, ese señor vestido de bufón consigue que pegues un brinco. Lo que de verdad asusta es que eso se quede colgado, que ocurre con bastante frecuencia.
Miralls Magics
Solía chocarme con mi propio reflejo en el laberinto y luego podía estar diez minutos delante de cada espejo haciendo muecas y poses. Fueron los precursores de la cámara selfie.
L´Avio
No tiene mucho misterio pero es la imagen que aparecía en las calcomanías y claro, hay que dedicarle un espacio. Hasta de pequeña me aburría. Como icono del parque genial cumple su función, eso sí.
Aladino
Como la Talaia o la noria, otra de esas atracciones en las que era inevitable pensar “un día se rompe y (como dirían en los Simpsons) a pique con el portaaviones”, por no hablar de la sensación de mareo al bajarte de la atracción . Eso sí, las vistas a la ciudad, preciosas; nada que envidiar a las de cualquier mirador.
Tibidabo Express
De pequeña lo llamaba “el tren rápido” porque realmente parecía que fuera tan “a toda mecha” que fuera a descarrilar en cualquier momento. Con el tiempo me monté en más trenes de este tipo y me pareció que iba hasta lento. En fin, crecer es un asco ¿No os parece?
Huracan
Esta es un poco más nueva, de cuando los que gestionan el parque empezaron a darse cuenta de que las atracciones empezaban a quedarse obsoletas y tenían que evolucionar a algo un poco más fuerte. Recuerdo la primera vez que la vi, me daba un miedo atroz que te pusiera boca abajo. La concebía como una atracción “de mayores” en la que nunca tendría el valor de subir. Cuando lo hice, efectivamente, fue un “una y no más”, pues salí vomitando el desayuno.
Hotel Kruger
Siempre he pensado que el Tibidabo tenía dos casas del terror, la de “los mayores” y “la de los peques”. La primera es esta, donde la peor posición que puedes tener es la de ir el primero o el último y sabes que al doblar la esquina, habrá un señor excesivamente maquillado riéndose de forma sádica. Una buena opción si te gusta pasar miedo.
La casa del terror de “los peques”, para mí, es el Castell Misterios. Sí, ese al que hay que acceder subiendo unas escaleras que se mueven y un barril que te hace sentir como un hámster en una rueda. Había dos opciones: o el camino largo o un tobogán. Evidentemente, lo que más molaba era la segunda opción.