Siempre que nos preguntan a qué parque vamos a pasear, a tomar el sol, a tumbarnos un rato o a sacar a pasear el perro pocos barceloneses responden (y no me extrañaría que incluso ninguno) que al Parc Güell. Pero, ¿cómo hemos llegado a esto? ¿Cómo una de las zonas verdes más mediáticas y representativos de nuestra ciudad ha llegado a ser casi la última opción cuando pensamos en parques?
Motivos hay muchos, a nosotros se nos han ocurrido estos:
1. Empezamos por lo obvio, «la pela es la pela«. Y cobrar por entrar en uno de nuestros parques incluso siendo de Barcelona, pues como que no.
2. No es un parque, admitámoslo. Es un museo. Y ver un museo una vez está bien, pero pasearse por ellos con frecuencia no tiene mucho sentido.
3. Y como es un museo lo que sí te garantiza al 100% es una cosa: turistas. No uno, ni dos, ni tres. Hordas de turistas. Buscar la calma de un parque entre flashes, pasos por doquier y rutas guiadas en todos los idiomas habidos y por haber no tiene mucho sentido.
4. Está muy lejos del centro. Vaya, que das dos pasos más y te sales de la ciudad. Y queremos salir a pasear, no a hacernos el Camino de Santiago ni ir a destruir el Anillo Único.
5. Solo tienes media hora para entrar en el parque desde la hora reservada. Pagas, y encima tienes tiempo límite para llegar. Como para tener problemas con el metro de camino.
6. Por supuesto, de los picnics olvídate. Están totalmente prohibidos en la Zona Monumental. Si tenías pensado un plan romántico con Gaudí y los arbolitos como compañeros, vas a tener que buscar otra alternativa.
7. Tampoco puedes pasear en bici ni en patines. ¿Qué será de los niños?
8. Y cierra por las noches. Que otra cosa no, pero en Barcelona nocturnos somos un poco. Y con la fresca un paseito por el parque es agua bendita. Aunque reconocemos que a veces la noche tiene sus peligros…
¿Conoces algún motivo más?