El mismo año que proyectaba el Parque de Maria Luisa para la Expo de Sevilla, el arquitecto y paisajista Jean-Claude Nicolas Forrestier trabajaba también la urbanización de la Montaña de Montjuic de Barcelona. Él y Nicolau María Rubió i Tudirí, arquitecto y diseñador de jardines, hicieron realidad esta obra para la Exposición Internacional de Barcelona de 1929.
Hablamos un tesoro que esconde el parque de Montjuc, además de por sus atractivos histórico y estético, por el placer que supone perderse un par de horas sobre sus baldosas. Y que lo es más todavía durante los meses de verano, ya que trata de una solución que queda lejos de la exposición al sol y a las aglomeraciones de la playa o la piscina, sin tener que salir de la ciudad y desplazarnos hasta el bosque. En los Jardines de Laribal el silencio, el sonido del agua de las fuentes y la compañía de su abundante vegetación, son los elementos que conforman este sencillo truco de supervivencia estival.
La estructura de estos jardines consiste en una división de terrazas por niveles, que quedan unidos por diferentes caminos y escalinatas. Pero lo que más nos interesa en estos días tan calurosos son las partes llanas. Aquí los pilares blancos, la piedra y las pérgolas de ladrillo visto mantienen todo el suelo que cubren bajo una sombra de lo más apetecible. Sombra que se termina de cerrar con las plantas, los arboles, los arbustos y las enredaderas que recubren toda la arquitectura en este lugar.
La temperatura que mantienen estos pasillos, se hace más fresca por la presencia relajante del agua de las numerosas fuentes que se reparten por todo el camino, y cuyo sonido siempre queda de fondo, fluyendo entre las columnas y las enredaderas.