Interior o litoral, ¿qué prefieres? Cierto que Barcelona te permite desconectar sin necesidad de salir de la ciudad siquiera, pero a veces no hay nada como coger coche y mochila, pillar carretera y plantarse en el campo a respirar el aire fresco. O en la playa. Y si ya hablamos de un lugar que tenga encanto, la experiencia mejora exponencialmente.
Queda ya muy poco verano y pronto volverá la rutina a sonar con fuerza en las calles. Por eso nosotros te proponemos, para estos días, poner el móvil en silencio y dejarte llevar por cualquiera de estos siete pueblecitos de Barcelona que parecen sacados de un cuadro. La salud y la felicidad son lo primero.
Sant Pol de Mar
En un pequeño pueblecito pesquero entre Calella y Canet de Mar, en el Maresme, todo él gira en torno al Monasterio de San Pablo, el monumento más característico y la postal típica de un puerto de pescadores que con la llegada del tren fue descubierto por la burguesía catalana. Hoy, gracias o a pesar de ella, la ciudad mantiene algunas residencias y casas de estilo modernista.
Castellar de n’Hug
El Bergadà tiene la suerte de acoger este pueblo que acompaña al Río Llobregat en su nacimiento. Sus calles de piedra son una preciosidad y lo lamentarás si no llevas contigo una cámara o un móvil que haga buenas fotos. Allí puedes ver además la antigua fábrica de cemento Asland, de estilo modernista y una de las pioneras en su campo en la región.
Cardona
Cardona es conocido por su imponente castillo construido en el Siglo IX. En la cima de una colina, domina el pueblo y la región como vestigio de lo que un día fue el hogar de la segunda familia más poderosa de la Corona de Aragón. En un perfecto estado de conservación, hoy sigue siendo la principal protagonista de la estampa del pueblo. Un pueblo, por cierto, donde nació el popular cómico Berto Romero.
Bagà
Su excelente ubicación en el Pre-Pirineo y el Parque Natural del Cadí-Moixeró están reorientando completamente la forma de vida de un pueblo que siempre vivió de la industria textil y la minería. Aprovechando el lugar privilegiado en el que se encuentra y lo bonito de sus calles, el sector turístico está creciendo y se está convirtiendo en uno de los servicios principales. Así que te recomendamos ir antes de que se convierta en un auténtico hervidero de turistas y selfies.
Granera
Es pequeño, pero lo que no tiene de tamaño lo tiene de encanto. También es muy curiosa su distribución, porque está dividido en dos zonas muy marcadas: una es la que rodea al Castillo del siglo X y la otra se erige alrededor de la Iglesia Parroquial de San Martín.
Mura
El pueblo, que se piensa que empezó a construise a principios del siglo XI junto a la Iglesia de Sant Martí, aún mantiene intacto su toque medieval. De hecho, pasear por sus calles es como hacerlo a través del tiempo, y solo te saca de esa burbuja el sonido ocasional de algún avión o tu móvil vibrando en el bolsillo. Mura se encuentra en una posición privilegiada en el Parc Natural de Sant Llorenç del Munt i l’Obac y está rodeado de naturaleza y calma por todas partes. Cabe destacar el Puig de la Balma, una masía construida en la roca y que hoy en día cumple varias funciones, como dar alojamiento o servir de museo.
Rupit y Pruït
Vamos a confesarlo sin tapujos: es una de nuestras debilidades. Ya hemos hablado varias veces de estos dos pequeños pueblecillos que convergen en un solo municipio. Están en la comarca de Osona y sin duda es uno de los sitios más fotogénicos de toda la sierra. Aunque claro, la localización y el paraje que tiene a su alrededor hacen que juegue con ventaja. Si no tenéis tiempo para hacer una escapada, lo podéis encontrar a escala reducida en el reino europeo de las miniaturas.