Se llaman velella velella, son inofensivas y ya dieron un aviso en la Costa Brava hace un par de semanas.
Hace un par de semanas el tramo que va desde Palamós hasta El Port de la Selva hacía las veces del protagonista del cuento «Que viene el lobo». Pero en versión sincera. Como si fuera un oráculo o un telonero.
Y es que el 14 de abril las playas de la Costa Brava amanecieron invadidas por los cadáveres azules de miles (quizás millones) de velella velella. Una variedad de medusas (realmente son hidrozoos) no urticante, ligeramente venenosa pero inofensiva para el ser humano, no peligrosa a diferencia de su prima la carabela portuguesa. Serían, entonces, como algas. Desde un punto de vista egoísta y antropocéntrico un despojo marino incómodo para el baño.
Fue ayer cuando en la Barceloneta ocurría lo mismo que en la Costa Brava: miles (quizás millones, también) de velella velella a.k.a barquitas de San Pedro aparecían varadas en la costa barcelonesa.
El recorrido de la velella velella es digno de mencionar: por las noches suben a la superficie para alimentarse (son carnívoras), su peculiar vela (les sirve para desplazarse) asoma y las brisas marinas las transportan hacia la costa.
El problema viene dado de que es una especia habitual de la Costa Oeste de Estados Unidos y del litoral catalán, aunque de una zona más cercana a aguas internacionales. El problema, decimos, radica en que nunca habían sido vistas en colonias tan grandes tan cerca de la costa.
De este peculiar hecho, entonces, los expertos han deducido lo siguiente, como si fuera un silogismo: si abundan las medusas de primavera, es síntoma de que abundarán las de verano. Y tienen motivos para creerlo así. La falta de depredadores naturales minados por la pesca masiva, el aumento de la temperatura del agua y la acidificación de la misma son razones para la proliferación de medusas en zonas costeras.
Todo, en suma, por culpa de la mano humana.