La despenalización del grafiti en 2011, la ubicación en el mapa, su historia, su condición de ciudad vanguardista, ecléctica y multicultural… Está claro que todo influye. No obstante, si hubiera que destacar algún elemento en concreto, ése no estaría entre ninguna de estas características etéreas.
De hecho es un proyecto que se ha consolidado en forma de ceros y unos. Wallspot es una app que permite, entre muchas cosas, reservar un puñado de m² en vertical para uso y disfrute del grafitero. Todo acorde de la legislación.
¿Su funcionamiento? Comprensible hasta por oligofrénicos: reservas un espacio y una hora, se te asigna un comisario, pintas y subes una foto a tu perfil.
El caldo de cultivo de la iniciativa es el de Persianas Libres, ideado por las mismas personas que crearon la Wallspot. Persianas Libres daba a los propietarios de negocios la posibilidad de elegir qué hacer con sus persianas en una época (no tan lejana ni ajena) en la que el arte sobre mobiliario público estaba criminalizado.
Uno de los rasgos identitarios de Wallspot es su posicionamiento contra la permanencia e indelebilidad de los grafitis. Contra lo que se podría esperar y tal y como señala Marc García, uno de los fundadores, en este reportaje de Claudio Moreno para Yorokobu: «No queremos hipotecar los espacios con obras y artistas de renombre.
Y todo esto, huelga decirlo, dentro de los márgenes de la más estricta legalidad. Como también explican en ese mismo reportaje, los poderes fácticos de Barcelona previos a Colau entendieron que penalizando el arte urbano no lo extinguirían.
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En ese mismo sentido, uno de los debates que se extrae del éxito de Wallspot funciona también como problema en el gremio: ¿pintar dentro del establishment es una renuncia a la esencia del grafiti? Es decir, entre las características ontológicas de este arte urbano se encuentra la condición de hacerlo al margen de la ley. Entonces, ¿se entiende que pintando con la connivencia de un policía se está dejando de ser una expresión incómoda?
Debates escolásticos al margen, hay que tener en cuenta que un punto a favor de la idea es la democratización del espacio urbano y, sobre todo, el aumento de tiempo del que dispone el grafitero en cuestión.
Pero los beneficios pesan bastante más que los inconvenientes en la balanza de la proyección internacional de Wallspot. Tanto es así que ha creado escuela y se ha extendido en países tan diferentes entre sí como Reino Unido, Camerún, Filipinas, Francia o Tailandia.
De las paredes de Barcelona, al resto mundo.
Foto de portada: Gerard Suñé Chamorro.
Fuente: Yorokobu.