Se valora la buena coexistencia entre funcionalidad y belleza arquitectónica.
El cliché de que toda espera acaba trayendo una recompensa, en el caso del Mercado de Sant Antoni, tiene todo el sentido del mundo: más de una década de obras le ha valido al mercado para saberse la mejor edificación de 2018.
Aunque la condecoración, a fin de cuentas, no es la recompensa. La recompensa, al hablar del Mercado de Sant Antoni, es su aportación al barrio: la buena coexistencia entre funcionalidad y belleza arquitectónica.
O en palabras del Consejo Asesor de Infraestructuras de Cataluña, que es quien entrega la distinción: “La obra galardonada es un buen ejemplo de la apuesta de nuestras administraciones para mejorar los mercados municipales de la ciudad, adaptándolos a las funcionalidades actuales, a la vez que se preserva y potencia su belleza arquitectónica, convirtiéndolos en verdaderas piezas de arte”.
El edificio se inauguró en 1882 y la reforma del mercado comenzó hace algo más de una década. La rehabilitación requirió una inversión de 83 millones de euros y el punto de partida era respetar la fachada original y modificar el interior, que se construyó desde cero. En total la superficie construida es de 53.388 metros cuadrados repartidos en cinco niveles. De hecho, en la reforma se encontraron restos arqueológicos del imperio romano y de la Edad Media y actualmente hay un espacio dedicado a ellos.
Los finalistas de la Mejor Infraestructura de 2018 fueron la nueva Smart UCI de l’Hospitalet del Vall d’Hebron y la Pasarela Puerto – Ciudad de Tarragona. El año pasado, por su lado, ganó el centro logístico de Amazon.