La TMB –Transports Metropolitans de Barcelona- publicó hace un tiempo un dato tan intrascendente como anecdótico: las velocidades de los vagones de cada línea de metro.
La forma a través de la cual el estudio ha reflejado la velocidad ha sido la siguiente: dividir la distancia que hay de la primera a la última parada entre el tiempo que se tarda. Teniendo en cuenta (igual que se tienen en cuenta las paradas en boxes de los coches en las carreras de Fórmula 1) el tiempo que el convoy está estacionado.
Por lo tanto, una de las conclusiones más básicas y que no debería sorprender mucho es la siguiente: cuantas menos paradas tenga una línea, menor es el tiempo que tardas en recorrer la distancia de principio a fin. O dicho de otro modo: más rápido va el convoy.
Habida cuenta de esta información, ya podemos decir que las líneas convencionales –de la 1 a la 5– registran velocidades bastante parecidas: entre los 26,5 y los 28,4 kilómetros por hora.
No así pasa con las líneas L9 Norte, L9 Sur y L10, las más rápidas de Barcelona. Las que Fernando Alonso, estirando el símil de la Formula 1, conduciría en un retiro hipotéticamente feliz como conductor de metro.
Ahora bien, de estas tres, la más rápida, la que va como un auténtico pepino es la L9 Sur: llega a alcanzar los nada desdeñables 37’7 km/h.
Ah, y la más lenta es la 11 con unos pírricos 24 km/h fácilmente superables por un octogenario haciendo marcha.