Mucho menos frecuentado que, por ejemplo, los Bunkers del Carmel.
En Filipinas hay una isla que figura en los Récord Guiness por ser una isla dentro de un lago dentro de una isla dentro de un lago dentro de una isla. Algo así pasa con la Satàlia: un barrio dentro de una ciudad (Barcelona), dentro de un distrito (Montjuïc-Sants), dentro de un barrio (Poble Sec).
La Satàlia es uno de esos lugares que hace creer que, al entrar en él, has salido de la ciudad. La identidad de sus calles y de sus casas –unifamiliares, con patio trasero y de principios del siglo pasado– es latente a cada paso. Mención aparte merecen los gemelos y los glúteos de los residentes: duros como carbino. Y es que las calles de la Satàlia tienen más grados que una gota de absenta.
De esta apreciación, la de la inclinación del microbarrio, se extrae una conclusión directa y evidente. Al subir sus cuestas, llegas a un punto elevado. ¿Cómo de elevado? Lo suficiente elevado como para observar la inmensidad de la ciudad desde el Mirador de la Satàlia (avenida Miramar, 9).
El área de descanso del Mirador de la Satàlia es como el fichaje de un delantero en el último día del mercado de fichajes, como el bonus track que corona un buen disco. Es la guinda de un pastel (un barrio) fuera de lo común.