La alcaldesa de Barcelona le entregó a su familia la Medalla de Oro de la ciudad.
De Montserrat Caballé se pueden decir muchas cosas, y todas aquellas relativas a su talento y a su forma de trabajarlo son buenas. De ahí el torrente de halagos en el que incurrió Ada Colau durante la ceremonia de entrega de la Medalla de Oro. “Barcelonesa universal y prodigiosa”, “embajadora cultural de la ciudad”, “una de las voces más bonitas y delicadas de la historia”, todas esas cosas dijo la alcaldesa de Barcelona.
El lugar en el que se producía esta perorata era el Liceu, su segunda casa en Barcelona. Aunque su hija, Montserrat Martí, lo definió en otros términos: “Aquí empezó todo”. Y la fecha elegida fue el viernes 12 de abril. No en vano, el día en que hubiera cumplido 86 años. El acto tampoco se lo quisieron perder ni Mariàngela Vilallonga, consejera de Cultura de la Generalitat; ni Salvador Alemany, presidente del Patronato del Liceu; ni Joan Manuel Serrat, que no necesita epítetos.
La Medalla de Oro, además de la del reconocimiento, cumple otra función: la de acelerar los trámites para poner una calle a su nombre. Y es que, si no recibiera esta medalla, seria necesario esperar 5 años desde su muerte para que su nombre apareciera en el nomenclátor.