La decisión está supeditada a la continuidad de Colau y su equipo.
En Barcelona una supermanzana no solo es el fruto de un manzano plantado por Monsanto. En Barcelona una supermanzana es el resultado de habilitar nueve manzanas al tráfico peatonal. Dicho de otro modo: si una manzana es un espacio urbano cuadrangular, una supermanzana son nueve manzanas.
La medida se ponía en marcha en los albores del mandato de Colau. Poblenou era el laboratorio de pruebas de esta medida en la que han puesto los ojos las grandes capitales del mundo. Con ciertas dificultades, muchas conversaciones con asociaciones vecinales y no menos críticas, se sacó adelante el proyecto. La supermanzana (o superilla) de Poblenou y sus zonas restringidas al tráfico están en funcionamiento desde 2016.
Con los errores aprendidos, la propuesta se extendió a Sant Antoni y los alrededores de su flamante y vetusto mercado. De ahí se llevó a Les Corts, a Horta y a Hostafrancs. Y se le ganaron 100.000 metros cuadrados a la ciudad. Se ganaron con el siguiente argumento: ¿por qué el 60% del espacio público ha de pertenecerle a los vehículos motorizados si el 58% de los desplazamientos son a pie?
Bancos, mesas de Pic-nic, espacios para juegos infantiles, mesas de ping-pong… Y casi cualquier propuesta en pos de una mayor socialización entre vecinos. Y también para reducir la contaminación: se calcula que en Barcelona hay 750 personas que mueren anualmente por culpa de los elevados índices de contaminación. Las supermanzanas han conseguido que se reduzca en un 20% en sus alrededores.
Ahora, el objetivo del equipo de Colau, es extenderlo a l’Eixample. Es por eso por lo que se pondrán en marcha las conversaciones entre las asociaciones –vecinales y de cualquier tipo–. Las zonas en las que se establecerían estas nuevas supermanzanas serían la Dreta de l’Eixample, la Esquerra de l’Eixample y en Sant Gervasi de Cassoles. El resultado final de esta acción le ganaría otros 60.000 metros cuadrados a la ciudad y se los entregaría a los ciudadanos.
No obstante, y como siempre pasa cuando se intentan desarrollar propuestas durante los días finales de los mandatos, está por ver qué ocurre. Porque la voluntad de entregar Barcelona a los peatones es una carrera de largo de corrido. Y, tirando del hilo de la metáfora, un cambio de Gobierno sería el equivalente a un esguince a mitad de carrera.