Quería darles a sus jefes una razón para que le hicieran contrato indefinido y decidió poner fin a 133 años de grúas, andamios y especulaciones.
Hoy Barcelona ha cumplido un sueño, un sueño que empezó en 1882 y que hoy, 28 de diciembre de 2015, ha sido realizado. El autor de semejante proeza es Jordi Serra, un estudiante de arquitectura que se ha liado el casco de obrero a la cabeza y con la ayuda de lo que ha aprendido en la carrera, varias latas de Red Bull y la promesa de un futuro en la empresa en la que realiza las prácticas, ha decidido dar una alegría a Barcelona y al mundo entero.
“Mi beca termina en enero y mi tutora de prácticas me dijo que como no les diera una razón de peso para que me incorporaran a la plantilla, me tendría que ir. Vi la oportunidad para hacerme valer cuando mi jefe me llamó el domingo por la tarde para supervisar las obras de la Sagrada Familia porque se había puesto ciego a Moscatel y no podía. No me tocaba currar ese día pero fui. Mientras estaba a lo mío, me di cuenta de que yo eso podía terminarlo en un periquete. Así fue”.
Serra decidió dar a conocer la noticia a través de su perfil de Instagram publicando un selfie ante la catedral con el mensaje “esto es lo que hago cuando me aburro los domingos” y un montón de hashtags que no vienen al caso. Medios de comunicación de todo el mundo se dan de codazos para entrevistar al aspirante a arquitecto pero su logro no va a ser recompensado: “me han dicho los de recursos humanos que este trabajo no va a repercutir en mis 200€ de beca porque forma parte de mi formación. Aun así, estoy satisfecho de lo bien que va a quedar esto en mi currículum”.
Hemos contactado con la empresa que lleva las prácticas de Jordi Serra para preguntarles si le van a dar el ansiado contrato indefinido y han dicho que “se lo están pensando, ya que aunque el chaval tiene mucho talento, les sale más barato coger a otro”.