11 de septiembre, también conocido por aquí como la Diada o el Día de Catalunya. Un día perfecto para sacar esa barretina que le pones al Tió de Nadal, descorchar la botella buena de cava, bailar o intentar bailar unas sardanas y perpetrar algún que otro tópico más. Igual que con el día de la madre o del padre (hay que quererlos todos los días, pero es este día el que tenemos el detalle), el 11 de septiembre es el día en el que nos sentimos catalanes con más intensidad.
El 11 de septiembre de 1714, como siempre salvo en lo futbolístico, Barcelona no ganó nada. Es más, salió muy mal parada.
Abramos la puerta del Ministerio del Tiempo asignada a la Guerra de Sucesión (1702-1703) para explicar de qué va la cosa. Muerto Carlos II “El Hechizado”, no había quien le sucediera. La corona se la disputaban el archiduque Carlos de Austria y Felipe de Anjou, de la casa de los Borbones. Como en Juego de Tronos pero sin dragones.
Dado que ninguno dio su brazo a torcer, estuvieron de rifirrafe durante trece años. España también se dividió entre los partidarios de los Austrias y los adeptos a los Borbones. Ganaron estos últimos y como eran muy poco rencorosos (nótese el sarcasmo), decidieron castigar a los que habían apoyado a su rival. Y entre ellos, haciendo gala de su incapacidad para decidir correctamente, se encontraba el Principado de Catalunya.
Ilustración sobre el asedio de Barcelona en 1714
Está visto que tenemos mal perder porque, pese a estar clara la derrota, seguíamos apoyando a Carlos de Austria. Esta chulería no fue precisamente bien vista en la cúpula del momento y el 11 de septiembre de 1714 las tropas borbónicas entraron en Barcelona para que nos arrodilláramos ante el nuevo rey. No lo tuvieron fácil: los combatientes catalanes lucharon como se lucha cuando sabes que vas a perder: con valentía y pesimismo. Hasta que, finalmente, perdieron.
La celebración por tanto constituye la construcción de un relato, de un mito nacional. Y si algo comparten todas las narraciones de este tipo son tres estadios, tres tiempos que la alimentan: un pasado venerable, un momento en que todo se trunca y un futuro al que aspirar. Por esto se celebra la Diada.
Pero volvamos al presente. Después de esta charla de profe de bachillerato -que seguro que has escuchado mil veces y que sólo te ha venido bien leerla para recordarlo-, vamos a lo divertido. Hay un montón de actividades gratuitas que no queremos que pasen desapercibidas. Por ejemplo, entrar en el Museu Nacional d’Art de Catalunya y en el Museu d’Història de Catalunya de forma gratuita. La entrada general normalmente no baja de los 4€. También es gratuito acceder a los centros culturales que hay en el barrio del Born, que organizan actividades relacionadas con el folclore catalán.