“La calle donde viven juntas a la vez las cuatro estaciones del año, la única calle de la tierra que yo no desearía que se acabara nunca, rica en sonidos, abundante en brisas, hermosa de encuentros, antigua de sangre: la Rambla de Barcelona”, esa frase se le atribuye a García Lorca y en este punto solo podemos lamentarnos por no haber escrito antes este artículo. A ver: ¿cómo es posible que no nos hayamos interesado por el origen etimológico de la calle que despierta la admiración de uno de los mejores poetas del siglo XX?
Intolerable.
Lo cierto es que no hace falta levantar el teléfono para llamar a historiadores ni bucear en la Deep web para llegar a una conclusión. El tema se resuelve muy sencillamente: rambla en árabe significa algo así como riachuelo de deshechos. Y justamente la calle más popular de Barcelona antes era una rambla.
¿Y ya está? La verdad es que grosso modo, sí. Luego el tema puede tener más chicha. El nomenclátor barcelonés, por ejemplo, dice lo siguiente: “Paseo que separa el primer recinto amurallado de Barcelona del Raval y va del puerto a la plaza de Catalunya. La urbanización se inicia a mediados de siglo XVIII, cuando era solo un camino y un torrente ocasional con las murallas del rey Jaime a un lado y conventos al otro”.
Esto es, La Rambla dejó de ser una rambla en el siglo XV, tras la construcción de la tercera muralla. En esa zona, en la que antes había agua que bajaba desde Collserola, se construyó algún convento. Convento, esto es importante, que fue quemado y desamortizado en 1835 para dar lugar a edificios públicos como el Liceo o la Boquería. Para dar lugar a La Rambla que elogiaba García Lorca, La Rambla de 1,5 kilómetros, La Rambla de Barcelona.