El passatge del Dipòsit es una calle de 248 escalones.
En la parte alta de Can Baró, a la altura del Parc del Guinardó, hay una calle que –si se nos permite el sensacionalismo voluntario– puede ser calificada como la de la discordia. Es una calle en diagonal, casi un edificio en cursiva, una reinterpretación de la Torre de Pisa si nos ponemos más líricos. El passatge del Dipòsit es una calle que salva un desnivel tremendo entre una zona y otra.
Lo de la discordia viene dado por la función práctica del pasaje. Y es que, si nos atenemos al mantra ultraneoliberal de que todo esfuerzo conlleva una recompensa, es de justicia destacar que el esfuerzo de subir los 248 peldaños del passatge del Dipòsit tienen una clara bonificación: las vistas.
Ahora bien, no es menos cierto que los vecinos del pasaje han de ser los ciudadanos con mayor tren inferior de toda Barcelona: la accesibilidad de la zona es cuanto menos precaria. En el subsuelo del passatge del Dipòsit –sorpresa– hay un depósito de agua. Y dicho depósito imposibilita la creación de unas escaleras mecánicas. El espacio, además, es demasiado pequeño como para instalar un ascensor de estilo lisboano.
El tema no viene de hace poco: es una relativa polémica arrastrada desde tiempo atrás. De hecho, llegó a haber un change.org en el que se pedía una escalera mecánica. El éxito de la petición, sin embargo, fue dudoso: apenas 30 firmantes. Sea como fuere, el tema está en el candelero y la afectación en los vecinos de la zona es diaria.
Foto de portada: ElPeriódico