
En Barcelona hay poco sitio para la magia pero alguno queda y en la ciudad que todo lo quema y expulsa a los jóvenes con alquileres abusivos la pastelería más antigua de la ciudad ha reabierto gracias a la fe de una joven que se ha atrevido a coger el timón de un local que, como tantos otros, estaba a punto de desaparecer.
Anna y Judith, amigas del instituto, tuvieron su primer trabajo mientras se formaban como pasteleras en La Estrella una panadería del Raval que es de las que no quedan, con aspecto modernista pero bastante más antigua que el modernismo. Una pastelería de Nou de la Rambla que nació en 1825, cuando Barcelona aún tenía murallas, la calle Nou de la Rambla se llamaba Conde de Asalto y no acababa en el Paralelo, como ahora, porque el Parelelo aún ni siquiera existía.

Después de ese primer curro se fueron cada una por su lado, pero hace unos meses la casualidad las reencontró. Anna que, como Judith, había seguido comprando los tortells y dulces de las fiestas de guardar en La Estrella años después de haber trabajado en ella, se encontró en noviembre que la pastelería se traspasaba por jubilación.
En una corazonada de las de película sintió que debía hacerse cargo así que contactó con los dueños, luego llamó a Judith y le propuso hacerse cargo de la tienda mientras ella se hacía cargo del obrador. Dicho y hecho. El 30 de noviembre La Estrella, 200 años de antigüedad, abría de nuevo con dos dueñas de 25 años de vida.
Desde entonces, la tienda es un pequeño éxito, que seguramente crecerá con las noticias que van saliendo sobre su historia, y que demuestran que en Barcelona a veces hay sitio para la esperanza.
¿Qué comer en La Estrella?

De momento, Anna sigue haciendo la pastelería tradicional que ha satisfecho los estómagos barceloneses por dos siglos. «Lo más vendemos son cruasanes, a los vecinos que vienen a desayunar». Además, «tenemos muchos sabores, uno para cada», así que ahí hay una buena opción para desayunar en el Raval.
Además, los clásicos, coques de vidre i de llardons, palemeres, brazos de gitano... Por otro lado, brownies, cheesecakes o carrot cakes pensados para el público turista, que también lo hay.
En definitiva, que Barcelona ha recuperado una parte de su patrimonio (de hecho el local tiene la máxima protección) gracias a dos pasteleras vecinas (la Judith y la Anna son de Sant Antoni), que han querido sacar de la desmemoria un precioso lugar que cuenta la historia de la ciudad. Ojalá la ciudad aprenda de ellas.