El Fòrum tiene uno de los índices de contaminación más elevados de la ciudad.
El mal olor, lo dice Manuel Vilas en Ordesa, nos repugna porque nos recuerda que algún día moriremos, nos recuerda que la muerte existe. Bajo esa premisa, entonces, el maniqueísmo oloroso sería un constructo social.
Poco importan las digresiones poéticas alrededor del asunto cuando el mal olor te afecta diariamente. Poco les importan a los vecinos del Fòrum las disquisiciones líricas sobre por qué es desagradable ver la tele con las ventanas abiertas.
Lo del mal olor no es una neura vecinal o una suerte de locura colectiva. Basta una visita a los barrios aledaños como Besòs o Diagonal Mar para cerciorarse. Basta una visita a la página de Oddur Collect, un proyecto que denuncia los malos olores, para darse cuenta de que lo que sucede aquí no es normal.
La circunstancia del mal olor es algo que va mucho más allá de lo anecdótico. El mal olor es la queja medioambiental (después del ruido) que más preocupa en el mundo. Y no es para menos. La incomodidad diaria –incomodidad que crece con el aumento de las temperaturas– puede ser perjudicial para la salud. Se habla de riesgos de cáncer, se habla de problemas respiratorios y se ve a vecinos con los ojos llorosos o con afonía en la voz. El Fòrum tiene uno de los índices de contaminación más elevados de la ciudad.
El Fórum siempre ha olido mal. Es una herencia. Una herencia incómoda fruto de la mala planificación urbanística. Los vecinos llevan años organizándose y combatiendo y buscando soluciones y pidiendo análisis del aire y datos de los ambulatorios.
No sólo se manifiestan los vecinos de un kilómetro a la redonda, por así decirlo. La molestia afecta a los barrios cercanos. Una mala brisa, el mercurio del termómetro que sube y Poblenou, Front Marítim, Sant Adrià, Diagonal Mar, Badalona y Besòs-Maresme lo notan.
El Fòrum es el trastero histórico del área metropolitana. Es casi casi un vertedero urbanizado. Aquí está la depuradora de aguas residuales, la incineradora de residuos urbanos, las centrales térmicas, los camiones que desechan residuos urbanos
El Ayuntamiento no es ajeno a la problemática y las quejas vecinales han empujado al consistorio a actuar. El equipo de Colau ha invertido recientemente cerca de un millón de euros para desodorizar unos depósitos de agua. Poco importa porque no es suficiente, los vecinos dudan de que pueda haber resultados de aquí a tres años. Y no estarán limpios hasta primavera.
En este punto, la preocupación no parece que vaya a remitir porque el olor no discrimina: afecta a todos por igual, a quienes tienen doble cristal y a quienes tienen placentas de hámster por ventana, a quienes viven en un decimo o a quienes viven a pie de calle.