Hace apenas tres días arrancaba en Sant Andreu un proyecto piloto con el objetivo de darle a uso a las naranjas amargas del barrio de Sant Andreu. Un grupo de voluntarios recogía el fruto de más de 120 naranjos repartidos por las calles del casco antiguo del barrio.
Un total de 800 kilos de naranjas que se transformarán en alrededor de 3.000 tarros de mermelada destinados, en buena parte, a surtir a diversas entidades sociales que elegirán los alumnos del barrio.
En Barcelona hay más de 3.300 naranjos, una cifra elevada que sin embargo tan solo representa un 1,5 % de los 202.000 árboles que verdean la ciudad. Sant Andreu es sin duda alguna el distrito con mayor presencia de estos árboles frutales con más de 1.100 ejemplares.
Pero, ¿por qué no pueden comerse estos frutos? Quien alguna vez ha probado, sabrá que el sabor está a años luz del de las de una frutería. Son naranjas ornamentales, puramente decorativas, que se retiran para evitar molestias a los vecinos.
Esta fruta callejera no es apta para el consumo humano por su fuerte sabor amargo. También porque la piel del fruto absorbe todos los gases y productos tóxicos derivados de la polución de las ciudades. Hay quien afirma utilizarlas para hacer mermelada de naranja amarga, utilizando la piel. Una tarea desaconsejada por varios expertos, que alertan del «alto riesgo» que puede acarrear para la salud utilizar la piel de este fruto tan expuesto a la contaminación. Es por ello que el laboratorio de la Agencia de Salud Pública de Barcelona ha efectuado pruebas previas de la fruta y será quien autorice que son aptas para su uso como materia prima para hacer mermelada..