Como un papel en el que se escribe -a lápiz- tantas veces como se borra: así se puede entender la historia del Puente del Diablo. Nos valemos también del símil para justificar la existencia de una leyenda que se prefiera a la biografía de este mamotreto de piedra. Tantas veces se escribió sobre ese papel borrado que se olvidó lo que ponía en un primer momento.
De ahí que sea necesario que la sabiduría popular pergeñe a una señora de Martorell. Una señora que es anciana en el zenit de la historia. Antes, claro, ha sido joven. Una joven martorellense que, día tras día, tenía que cruzar el río para llenar un cántaro.
Tanto va el cántaro a la fuente que se acaba rompiendo, dice el refrán. Bueno, en este caso el cántaro no se rompió. Y lo cierto es que si en esta historia hay alguien que está cerca de romperse es la anciana, que ya no puede cruzar el río.
Por eso un día se le aparece el diablo para proponerle un trato: “Construyo un puente a cambio del alma del primero que lo cruce”. La señora, de quien bien podría decirse que sabía más (por vieja) que el diablo, aceptó la propuesta.
Al día siguiente, con el puente ya construido y con el diablo salivando por tener un alma nueva, la vieja sacó un gato negro de un capazo y le hizo correr por el puente.
Así, la señora -de quien habíamos hecho un ligero spoiler sobre su inteligencia- se aprovechó de la mala praxis del diablo en su faceta como redactor de contratos y de sus conocimientos en el diseño de puentes.
Con lo cual, esta historia capaz de inspirar una película de Miyazaki, el puente terminó por beber del nombre de su arquitecto, aparejador, peón y capataz. Del diablo.
La verdadera historia
Mucho más lejos de la ficción está la verdadera historia. El puente, que cruza el Rio Llobregat y está entre Martorell y Castellbisbal, data del 10 a.C y fue fundamental para el Imperio Romano. Permitía el cruce de Norte a Sur y de Este a Oeste.
Era útil, sobre todo, para el desplazamiento de personas y de mercancías, formaba parte de la Vía Augusta, medía 130 metros de longitud y lo transitaban carros tirados por bueyes.
No obstante, su forma peculiar no fue ideada por los romanos. Qué va, eso les elevaría a la categoría de precursores arquitectónicos. Su forma es una readaptación hecha en 1295. El puente cayó mucho antes -se presupone que por crecidas-.
El puente sufrió -o disfrutó- de otra readaptación en 1768, fue destruido durante la Guerra Civil y, reconstruido en 1963.