Tona tiene 7.951 habitantes. O eso tenía en el último censo del año pasado este pequeño pueblo de la comarca de Osona. Probablemente todos ellos sabrán quién es «el noi de Tona«, pero la figura de este personaje popular catalán se ha ido perdiendo con el tiempo y hoy son pocos los que han oído hablar de él. Nosotros lo rescatamos para este artículo, porque no es para menos.
Y es que Josep Molera (1851) no pasó inadvertido, ni mucho menos, en la Catalunya de su época. Muchas cosas se han dicho de él, unas pocas ciertas, algunas dudosas y probablemente la mayoría fruto de la imaginación o el valor añadido que el tiempo da a las historias. Pero en el fondo importa poco qué creer o no de la leyenda, porque lo importante es el personaje.
No se sabe con certeza, pero más o menos se apunta a que nació en 1851 en la Calle Mayor de Tona y posteriormente sus padres cogieron carretera y él con ellos. Tampoco se sabe cuándo Josep Molera dejó de ser él mismo para convertirse en el personaje, aunque no son pocas las fuentes que apuntan a la Tercera Guerra Carlista (1872-1875), donde estuvo a punto de ser fusilado, como principal culpable del «click» en su cabeza. Desde entonces, Josep nunca volvió a ser el mismo y surgió el excéntrico charlatán Noi de Tona.
¿Qué hizo tan popular a este personaje hasta el punto de que hoy en día se diga «pareces el Noi de Tona»?
Después de la guerra se convirtió en un trotamundos de las tierras catalanas, e iba de fiesta en fiesta y de feria en feria por toda la región ganándose la vida con discursos y poemas gracias a su labia, su buena memoria y su particular forma de ser. También se comenta de él que disfrutaba arrancando los dientes a la gente. Su figura era tan popular que llegó incluso a aparecer en una película con su nombre, ‘Aventuras del Noi de Tona’ (1917), dirigida por Manuel Catalán.
Pero esa no fue su única incursión en el mundo del arte, ya que la productora Discos Odeon grabó varios de sus discursos y también hizo de modelo para el cuadro ‘La carga’ de Ramon Casas (es el hombre tirado en el suelo).
El Noi de Tona murió en Barcelona en 1925, muy lejos de la fama que se había ganado, solo y en la calle. Pero su figura se recuperó hace algunos años, ya sea en forma de gigante para las fiestas de su pueblo natal o dando nombre a un premio del ayuntamiento del pueblo barcelonés. Y no es para menos, porque los clásicos están para recordarlos.