¿Te imaginas un pueblo entero diseñado por la escuela de Gaudí en medio de la nada? Existe, y no está precisamente en el Eixample. Hablamos de Raimat, la joya modernista (y vinícola) de Lleida que esconde un secreto: aunque todo en él recuerda al genio de Reus, él nunca llegó a firmar el proyecto.
Esta es la historia de cómo el sueño de la burguesía catalana convirtió un desierto en una utopía arquitectónica y vinícola.
El milagro: de secarral a imperio del vino

Para entender Raimat, hay que viajar a 1914. Lo que hoy son viñedos era, literalmente, un paraje baldío y desértico en pleno Ponent. Un lugar olvidado desde la Guerra dels Segadors.
Todo cambió cuando Manuel Raventós Domènech (sí, el de Codorníu), tuvo una visión. Compró 3.200 hectáreas de tierra salina y seca y obró el milagro: proyectó una red de casi 100 kilómetros de acequias, plantó millones de árboles y empezó a cultivar viñedos donde nadie creía que fuera posible.
La conexión Gaudí que (casi) fue

Raventós no solo quería transformar la tierra; quería hacerlo con estilo. Como cualquier burgués catalán con ambición, llamó al arquitecto estrella del momento: Antoni Gaudí. ¿El problema? Gaudí estaba totalmente volcado en su obra magna, la Sagrada Familia, y declinó educadamente el encargo.
Pero (y aquí viene lo bueno) no le dejó colgado. Le recomendó a su discípulo más aventajado: Joan Rubió i Bellver, una figura clave del modernismo y de la «segunda generación» gaudiniana.
Rubió aceptó el reto y el resultado es sencillamente espectacular. Bajo su dirección, Raimat tomó forma. En 1918 levantó la bodega, considerada la primera edificación de hormigón armado en España y una auténtica «catedral del vino». Es una nave monumental de 150 metros donde los arcos parabólicos, los contrafuertes y los ecos góticos gritan «Gaudí» por los cuatro costados.
Poco después, en 1922, consagró la iglesia del Sagrado Corazón y diseñó las viviendas para los colonos. Rubió no solo construyó edificios: diseñó un pueblo entero. Creó una colonia agrícola que imitaba las fabriles del Llobregat, con su escuela, cooperativa y servicios, fusionando la funcionalidad rural con la genialidad modernista.
Raimat hoy: una escapada de vino y arquitectura
Hoy, visitar Raimat es una escapada brutal. Es pasear por el único pueblo catalán nacido de un plan modernista integral, flipar con una arquitectura «gaudiniana» que reinventa el paisaje rural y, de paso, catar unos vinos espectaculares de la D.O. Costers del Segre.
Es la prueba viva de que, aunque Gaudí no pusiera la firma, su espíritu fue capaz de transformar un desierto en una utopía de viñedos.
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