Lo de los restaurantes clandestinos es una moda que no debería ser moda. Me explico, se supone que la palabra clandestino hace referencia a algo que pocos conocen y si se convierte en moda, pierde su esencia.
Es como lo hipster, que se supone que es una tendencia que busca diferenciarse del resto cuando en realidad, homogeniza. O el apelativo “friki”, antes lo relacionabas con personajes como el vendedor de la tienda de cómics de los Simpsons y ahora, cualquiera que lleve una camiseta de Hora de Aventuras es friki.
Sé que voy a tirarme piedras sobre mi propio tejado con este post sobre restaurantes clandestinos pero bueno, si no puedes con ellos, únete y a mi me gusta compartir esta clase de secretos con los lectores. Allá vamos
Dry Martini Barcelona
C/Aribau, 172
A pesar del nombre, es una de las mejores gintonerías de Barcelona (y del mundo) y con razón. La decoración del bar evoca a los negocios clandestinos de la época de la ley seca en Estados Unidos, casi te sientes fuera de lugar por no ir vestido de gángster. Su barra de madera está considerada de las mejores del mundo y las paredes son una exposición en toda regla de la evolución del Martini.
Suculent
Rambla del Raval, 43
El nombre recuerda a algo gourmet, exquisito, de gente guapa que cotillea y quiere ser vista…¡Pues no! El sitio es una casa de comidas del siglo XIX de cocina típica española que abarca desde las raciones más mediterráneas hasta las más castizas. El nombre deriva de la expresión “sucar lent”, que significa “mojar lentamente”. Hasta aquí lo que todo el mundo ve. Lo que no saben es que en la parte trasera de la cocina hay una mesa secreta a la que se accede activando un resorte. Tras la pared de azulejos se esconde la posibilidad de pedir un menú a medida pero eso tiene un precio que no baja de 50€.
Chi Ton
Carrer de Provença, 300
Parece una inocente tienda de souvenirs españoles regentada por asiáticos. Hay muchas flamencas, postales, tazas con el Drac del parc Güell, imanes horteras, camisetas del barça…¡Pero no! Bajo tierra se esconde uno de los restaurantes más exclusivos de la ciudad condal. No solo por el hecho de que si no estás en lista no puedes pasar, sino porque entre fogones se cocina gastronomía japonesa de alta calidad.
Mutis
Av Diagonal 438
No confundir con el bar Mut, que está justo debajo de este piso que no tiene nada de inocente. No hace falta reserva previa, ni siquiera tienen teléfono. Es más, ni siquiera quiere definirse como restaurante. Es un sitio en el que, simplemente, apareces (con la cartera llena a ser posible, no es barato). Hay que estar en la lista y para eso o tienes cierta influencia (por aquí han pasado Mick Jagger, Al Pacino o Russell Crowe) o vas como invitado. Entre la decoración art deco, el jazz de fondo y los invitados que hablan entre susurros parece que estés dentro del rodaje de El Gran Gatsby.
Dopo
C/Loreto, 22
Si la familia Corleone existiera y viviera en la ciudad condal, este sería su punto de encuentro. Es fácil no reparar en él, parece otro almacén abandonado más, no tiene ni cartel ni teléfono pero dentro se encuentra uno de los rincones más italianos de los que me han hablado. Os recomiendo probar la burrata y la pizza Saltimbocca.