Pasas por la Sagrada Familia sin mirarla, coges las líneas del metro sin fijarte en las direcciones y cuando escuchas a alguien hablar algo que no sea catalán o castellano sales corriendo lo más lejos posible. Tú eres de aquí y así es tu día cotidiano en Barcelona.
- Lo primero que haces al levantarte es maldecir al despertador y rezar porque te toque la lotería o un milagro haga que mañana amanezcas en Honolulu rodead@ de palmeras y sin tener que trabajar o estudiar más el resto de tu vida. No tienes por qué ser de Barcelona para sentir esto, pero si no te pasa pellízcate porque puede que todavía estés durmiendo.
- Luego hay que desayunar. Podrá ser un cliché para el resto del planeta, pero nuestro pa amb tomàquet por la mañana no nos lo quita nadie. Hay cosas sagradas, da igual que no lo tomes para desayunar que sabes que tarde o temprano en el día caerá.
- Después quizás toque ponerse al día. Ya sea mediante web o en prensa escrita. El Periódico o La Vanguardia encima de la mesa con el desayuno o camino del trabajo y la universidad es una estampa habitual.
- Lo que también es una estampa habitual es el metro en hora punta. ¡Qué horror! Y si te toca la línea roja en la ruta o un retraso en el autobús de la 7, apaga y vámonos.
- Lo bueno de Barcelona es que mucha gente puede trabajar con vistas al mar. Así las horas se hacen un poco más llevaderas. Si «estudias» siempre puedes encontrar a gente como tú por los parques de la ciudad tomando el solecito que empieza a aparecer por esta época del año.
- A la hora de comer los hay de tuppers y los hay de restaurante. O lo que es lo mismo, estamos los que llegamos justito a final de mes y los que viven un poco más aireados. Comer de restaurantes en Barcelona (si tu cartera te lo permite) te da mil y una opciones, por lo que algunas estarán muy cerca de tu trabajo. Para los que se quedan a comer en oficinas, lo ideal es tirar de comida de la tierra. Y si no, siempre puedes tirar del Nostrum.
- La jornada de la tarde siempre es más ligera, es como ir cuesta abajo. Además ya vamos oliendo el vermut del afterwork horas antes de tenerlo en la boca.
- Luego de vuelta a casa nos encontramos con dos viejos amigos: los turistas y el metro. No sé cuál de los dos nos desespera más, y si ya se juntan en una combinación explosiva de vagones llenos de guiris ni te digo. Los que vuelvan a casa y tengan que hacerse el transbordo de Gràcia también tienen mi pésame.
- Lo mejor al llegar a casa (aparte de ponerse el pijama) es dejar de pensar un poco. Es hora de sofá, Netflix y en mi caso, helado. Aunque quizás tú seas de los palomiteros y te haga una sesión de cine de tarde.
- Cenar es otro pastel. Si has almorzado fuera cena un poco en casa, ¿no? Anímate y coge uno de los muchos libros de receta para convertirte en un buen chef. Yo tengo la manía de hacerlo con Telenotícies vespre de TV3 de fondo, cosas de familia.
- Y si es miércoles, ahí se queda la tele, porque luego viene APM? ¿Hace falta decir algo más?
- La cama espera, pero tú no eres de esos que se van a dormir antes de medianoche. Toca un buen libro, una peli o echar un vistazo a Barcelona Secreta 😉