Si has paseado alguna vez por l’Eixample, seguramente te habrás topado con él. Escondido tras un jardín y varios árboles en el Carrer de Bailèn número 70 se oculta lo que parece ser un templo romano. Y decimos parece, porque no lo es. Ojalá fuera un templo real de la época que se hubiera mantenido en tan buenas condiciones hasta nuestros días, pero no es el caso. Igualmente su historia, como no podía ser de otra forma con esa fachada, es muy curiosa.
El edificio se construyó entre 1882 y 1884, año en el que se inauguró, y fue una obra del arquitecto Josep Vilaseca i Casanovas. Quizás te suene su nombre de algo, ya que además de esta curiosa edificación también es el responsable del Arc de Triomf y de la Casa dels Paraigües.
¿Pero por qué un templo romano? ¿Quién mandó construir este edificio? ¿Qué hay dentro?
Para responder a estas preguntas debemos retroceder hasta el año 1872, cuando el orfebre y joyero Josep Masriera i Vidal dejó en herencia su negocio a sus tres hijos: Frederic, Josep y Francesc Masriera. Gracias al buen hacer, consiguieron no solo consolidar el negocio de su padre, sino también posicionarse entre la alta burguesía barcelonesa de aquellos tiempos y tener tal comodidad que les permitiera desarrollar con calma su afición: la pintura. Para ello encargaron el diseño de este edificio inspirado en el recién descubierto Templo Romano de Augusto del Mont Tàber.
Los hermanos dividieron el edificio en dos plantas. Arriba crearon un taller donde daban rienda suelta a su creatividad, y la planta baja era un poco cajón de sastre: almacén, exposiciones de obras propias y ajenas… de todo un poco.
Más adelante, el taller lo heredó Lluís Masriera i Rosés, hijo de Josep. Debido a su gran afición por el teatro, reformó toda la planta baja para convertirla en un escenario donde exponer sus propias obras. De hecho fundó una compañía de teatro amateur en 1921, Belluguet, que poco a poco fue cogiendo fuerza y ganando críticas y reputación. Le fue tan bien que reformó el edificio en teatro y pasó a conocerse en 1933 como el Teatro Studium. Hasta Lorca pasó por allí. Para ello se reformó de nuevo toda la planta baja, aunque la planta alta continuaba con sus funciones de taller. Además, también incorporó al poco la proyección de películas entre sus actividades. Teatro, taller, cine… ¡Todo en uno!
Pero la llegada de la Guerra Civil acabó con mucha parte del encanto del edificio, ya que este quedó confiscado por la Generalitat. Tras pasar por varias manos relativas al mundo del teatro tras el final de la guerra, finalmente el edificio quedó en manos de la congregación Pequeña Compañía del Corazón Eucarístico de Jesús, que ampliaron el edificio por detrás, acabando con parte de su encanto original, para convertirlo en un convento. En 2009 el edificio fue regalado a la Fundació Pere Relats, y a partir permaneció vacío y cerrado.
En el año 2020 el taller pasó a ser propiedad municipal, sin embargo no llegó a reabrir sus puertas al público hasta 2023, cuando el Ayuntamiento de Barcelona empezó a ofrecer una serie de visitas guiadas gratuitas durante algunos meses. Ante el buen recibimiento que tuvo esta iniciativa, el 28 de enero se retomarán temporalmente estas visitas, las cuales requerirán de reserva previa y serán, de nuevo, completamente gratuitas.