Ya tenemos foto del verano.
Como en los prolegómenos de una ceremonia de una religión que se escapa de nuestro entendimiento, como parte un impulso irracional derivado de no encontrar sitio en la Barceloneta, o como resultado de vivir sin noción alguna de la educación, de la ética o de la moralidad.
Esos son los primeros pensamientos que nos han venido a la cabeza en la justificación de lo que pudo pensar la protagonista de la foto del verano –sí, estamos a junio, pero esto es muy difícil de superar-. Una turista echándose un sueño –o sencillamente tumbada- en el altar de la iglesia de Sant Miquel del Port de la Barceloneta.
La autoría de la foto no ha sido revelada. Se sabe que quien la hizo es una vecina de la Vall d’Hebron que ha preferido mantenerse en el anonimato y que, al verlo, “le entraron ganas de cogerla de los pies y arrastrarla”, según le dijo a La Vanguardia. A cambio, sin embargo, lo que hizo fue fotografiar la escena dantesca.
En suma, lo que podría ser una pintura neoprerrafaelita (postrafaelita, ¿entonces?) o un fotograma de un videoclip de un grupo más bien malucho, es una nueva muestra del problema turístico al que se enfrenta nuestra ciudad.
No, en este caso, por una cuestión económica, de aumento del precio de los alquileres. Sino que, en esta ocasión, es por una cuestión de educación y de civismo, de respeto.