En la paleta de sabores de una heladería caben todas las emociones de la poesía. De la obviedad del chocolate amargo y el frescor de la fresa a la untuosidad grasa del pistacho que nos transporta a al bochorno de un día de verano, o la stracciatella alegre, que nos viste con un fedora y una camisa de lino para hacernos pasear por la costa amalfitana.
En los sabores de una heladería caben todos los odios y los amores, y por eso todo el mundo tiene sus preferidos y hay tanta gente que odia la vainilla. En un salto mortal, el After Eight, aquel dulce de los 90 que solo gusta a los padres, concentra todo el espectro de sabores, y también todas las emociones.
En el After Eight todo es aparente. Su chocolate fino, que no delicado, vive en un papel de estraza negro, que no elegante, y cobija una crema de menta dudosa que tiene sabor a menta pero color de otra cosa.
El conjunto es un sabor que nos lleva de arriba a abajo: de la rotundidad seca del chocolate al frío vibrante de la menta y la cremosidad del relleno improbable Las sacudidas nunca convencen a todo el mundo y por eso al After Eight, o lo odias, o lo amas. El dulce que solo gustaba a los padres solo podía permitirse vivir entre esos dos extremos.
Poesía en la heladería
Toni Junyent menciona esta dicotomía para explicar el nombre del ciclo de poesías que organiza junto a Renata Gelosi. After Eight, el ciclo de poesía en heladerías que se celebra después de las ocho, nació, obviamente, cuando Toni y Renata compartían uno de estos dulces en una heladería de Gracia.
Renata -artista y editora bonaerense-, lleva tiempo pensando el arte desde el espacio público. Toni -crítico de cine, guionista, periodista-, lleva tiempo escribiendo también poesía. Dicho así la mezcla parece clara, y con la sencillez de la literatura buena y despojada, After Eight nace fácil: cada dos semanas los poetas y quien venga se presentan en una heladería de la ciudad anunciada mediante stories.
Con un helado en una mano y sus textos en la otra, cinco poetas que suelen ser voces nuevas de la poesía catalana o latinoamericana (o voces que suelen dedicarse a otra cosa y a veces escriben poesía), recitan con la llanura del hablar a un corro de gente en la calle y con el magnetismo de un buen helado.
La convocatoria es un éxito, y los poemas helados ya han pasado por la heladería Da Vinci, la Horxateria Sirvent, la Heladería Pichi y la Delacrem. En esta última se recitó bajo la lluvia de verano con un público estoico que se dejó mojar dejando fácil la metáfora.
Entre los sabores que se han podido probar en los ciclos pasados: Pol Rodellar, Irene Vidal, Celeste Lambert o Julia Abalde. Entre los que vienen, aún no se sabe.
Habrá que estar atento a las redes de los organizadores y esperar a un próximo. After Eight que, como la chocolatina original, los buenos helados y el resto de cosas importantes en la vida, puede gustarnos o no, podrá hacernos repetir o no, pero siempre nos dibujará una sonrisa de novedad en la boca y una mueca de sorpresa en la mirada.