Cuando Agricolia en el país gobernaba la República y aún no había empezado la Guerra Civil. Aunque no se tiene claro cuando abrió exactamente el local, se calcula que Agricolia nació en los años 30 como tienda de graneles y legumbres, para, hacia los años 70, centrarse en productos de dietética. Fue la última reforma de un local que, aunque no estaba protegido, tenía un escaparate de madera de un llamativo color amarillo, y un aire a esas farmacias antiguas que aún hay por la cudad. Su último dueño, Jesús, que cogió el negocio en 2019, la dejó tal cual y ahora, tres años después y una pademia mediante, tiene que bajar la persiana.
En un reportaje de El Periódico Jesús explica que cuando alquiló el local firmó una mensualidad dentor de mercado, que la pandemia no tardó en hacer inasumible. Aunque el propietario bajó el precio durante la covid, el reestablecimiento del alquiler establecido resulta inasumible a día de hoy para las ventas del local.
Sin ser un emblema de la ciudad, Agricolia pertenecía a una de esas tiendas de barrio que apenas quedan en la zona de Portal del Ángel y calle Comtal, una zona que siempre fue comercial, pero que actualmente está copada por las macrotiendas de grandes multinacionales. A esta herboristería acudían clientes asiduos, muchos de edad avanzada, que se desplazaban a menudo desde otros barrios para comprar en una tienda de confianza y de toda la vida. Aunque Jesús afirma que la oferta de su negocio continuará online, lamento que muchos de estos clientes, que no consultan las redes, se perderán este cierre y no tendrán acceso al servicio, dejando patente así que el cierre de un local histórico no es solo una pérdida de patrimonio arquitectónico, si no también la de un lugar de encuentro social.
Una pérdida más en Carrer Comtal
La herboristería Agricolia se suma a muchos de los otros locales históricos que el Carrer Comtal, mal que bien, había mantenido, en una zona del barrio Gótico donde apenas hay oferta comercial fuera de las grandes superficies. La Casa del Bacallà, un icono cuyo local estaba al lado de Agricolia, se trasladó hace dos años dejando el local vacío. En 2016 la Mercería Santa Ana, un clásico del Portal del Ángel, también cerró su local porque el turismo no es su cliente potencial, trasladándose, como la Casa del Bacallà, al vecino carrer de les Moles. Una charcutería, una quesería, una sombrerería, tres joyerías, tres joyerías, restaurantes tradicionales, una óptica… la sangría de comercios de proximidad en esta calle es una constante, y la confirmación de una tendencia que ya hace décadas que manda en Barcelona: la desaparición del comercio tradicional en favor del dedicado al turismo.