La zona en la que está tiene un microclima particular: en verano, las temperaturas pueden bajar hasta cuatro grados.
Detrás del MNAC, en Montjuïc (ah, Montjuïc, cuánta historia desconocida entre todas esas hectáreas), hay dos hondonadas, dos zonas más hundidas con respecto a las que hay a su alrededor. Este detalle es importante porque justifica la existencia del árbol.
Decíamos que hay dos hondonadas. Dos zonas diferenciadas en orografía y en nombre. Una es Sot de l’estany y otra es Sot de la masía, pero la que nos interesa es la primera. De la segunda solo diremos que se llama así porque hay ahí un edificio construido por la Asociación de Ganaderos.
El caso: Sot de l’estany es como un valle. O sin el como. Sot de l’estany es un valle en miniatura, con su pequeño riachuelo, con su pequeña cascada y con su atmósfera relajante. También y si nos ponemos un poco líricos, podemos decir que es un oasis urbano de popularidad escasa. Un oasis, eso sí, bastante umbrío. Bastante fresco, con un microclima.
Lo del microclima es tan cierto y empíricamente demostrable como sorprendente: en verano la temperatura llega a bajar hasta cuatro grados con respecto a lo que marcan los termómetros en el centro de la ciudad.
Esas condiciones de sombra y de escasa filtración de luz conducen a la afirmación del titular: a que sea un rincón, sí, pero sobre todo a que esté el árbol más alto de Barcelona. Tampoco es raro leer o escuchar a quien se refiere a Sot de l’estany como “el jardín con los árboles más altos de la ciudad”.
Pero nosotros nos referimos a un ejemplar concreto. Aquí hay un nogal alado: un caducifolio híbrido poco frecuente y formado por el cruce de dos ptecorias (una de Irán y otra de China). El árbol data de 1920, mide cerca de 40 metros y tiene un perímetro de 3,40.
Por cierto, la mejor época para visitarlo es verano. Pero, aunque vayas en invierno, el la Sot de l’estany sigue siendo igual de romántico e igual de poco transitado. Y el árbol más alto de Barcelona seguirá estando aquí.