Si de algo se da cuenta quien vive en Barcelona —y no quien sólo viene a hacerse fotos— es de que esta ciudad está hecha de muchos pueblos, pegados unos a otros. Migrantes o no, vivimos en barrios construidos por su gente y no es por otra cosa que no queremos irnos.
Así fue fundado el restaurante-bodega Gol en 1943, como un «bar de pueblo» al que los vecinos acudían a comer como si se tratara de su propia casa. Y del que hoy queremos hablaros con una apetencia especial.
Un pedazo de la historia de Barcelona
José María Gol tuvo la suerte de nacer en un hogar del carrer del Parlament donde primaban el vino y el trabajo. Y fue él quien continuó la regencia de este sitio que, fundado por su padre y por su abuelo, se hizo histórico. Lo llevó adelante durante décadas, hasta su jubilación, que coincidiría con la pandemia de la Covid-19.
Pero el Bar Gol no murió aquí, de nuevo por la suerte o, más bien, porque las redes bien tejidas se encuentran cuando las cosas se construyen con cariño. Javier Caballero que, como muchos, había tenido que reinventarse, aparecería en el momento adecuado.
Formado en cocina durante cuatro años en el Grupo Moncho’s junto a excelentes profesionales, pero también después de 3 años trabajando en la (otra) mítica de Sant Antoni Bodega d’en Rafel, quiso cumplir con su deseo de «capitanear su propio barco». Así, en julio de 2019 unió todas sus fuerzas, respiró hondo y abrió Días del Norte, en calle Casanova, 19.
Vecinos del barrio de toda la vida, José María Gol y Javier Caballero vieron sus planes cruzarse para coincidir a las puertas de uno de los momentos más difíciles de la historia de la restauración: principios de 2020. Y, cuando a uno le llegaba la hora de descansar del trabajo, al otro, su negocio de apenas ocho meses de vida se le quedaba pequeño. Y resultó que no sólo era el momento, sino que también, Javier, era la persona adecuada.
El mismo cariño, la misma filosofía, los mismos estilo y gusto por la cocina de siempre fueron clave, «por eso también hemos preservado la historia y el nombre del establecimiento», nos cuenta Cris, pareja y compañera de Javier desde hace ocho años.
Tradición catalana cantada en la mesa
Callos, cap-i-pota, fricandó, galtas, codillo… Pedro y Javito se encargan de preparar en la cocina algunos de los mejores ‘esmorzars de forquilla’ del barrio de Sant Antoni. Pero no sólo eso: este restaurante ahora abre también para las cenas de miércoles a sábado y, con él, el abanico del menú para los apetitos y las rutinas de las nuevas generaciones.
La comida gallega es tan importante en la carta como la ascendencia materna de Javier, que se la inculcó. Hay que decir que el pescado y el marisco son siempre frescos. Pulpo a la gallega, calamares a la andaluza, cazón en adobo, bravas, tortilla, encurtidos para tomar con el vermut y unos boquerones fritos que, viniendo de donde yo vengo, me siento con el derecho de afirmar que no tienen nada que envidiarles a los de mi tierra, completamente al sur de la península.
Sus caracoles, el arroz que cada jueves ofrecen religiosamente, sus buñuelos de bacalao de los sábados y los domingos, o los torreznos, que han hecho que nuestra frecuencia en el Gol aumente considerablemente. Sobre todo cuando el cansancio, la nostalgia y las ganas de echar un buen rato se nos acumulan, a la mente sólo se nos viene el deseo virtual de acompañarlos con una cerveza fresquita y recién tirada de sus nuevos —y hermosos— barriles de Estrella Galicia.
La recomendación definitiva
Un paseo al sol por el barrio, una buena lectura o una buena conversación con amigos en el ambiente inigualable del interior del Bar Gol, o en su terraza, es una recomendación que, aunque queramos mantener en secreto sólo para nosotros, se nos escapa.
Cris os esperará siempre con una sonrisa y toda la paciencia del mundo, detrás de la barra. Pitu y Eric se acercarán a tu mesa dispuestos a recomendarte algún vino y a cantarte una carta que no vas a encontrar de forma física, si no es en las pizarras.
Y este, ahora que Cris me lo menciona, es el secreto que definitivamente recoge toda la esencia del Bar Gol —esa que Javier quiso mantener ante todo—, el punto de inflexión en el que conectamos hace ya incontables meses y el motivo que nos llevó a forjar, poco a poco, la costumbre de acudir siempre aquí y no a otro sitio.