El flujo de turismo está batiendo récords y los ciudadanos se preocupan por la insuficiencia de las medidas municipales para evitar las masificaciones.
Barcelona es una ciudad que, en los últimos años, se ha convertido en uno de los destinos favoritos del visitante internacional. Cada año el récord de turistas se dispara y 2016 no va a ser menos, pues se prevé que este verano nos visiten un 6% más de viajeros que el anterior, cifra que se mantendrá hasta diciembre. Su presencia genera beneficios en el sector turístico en el sentido de que gastan más y generan puestos de trabajo pero genera polémica entre los ciudadanos.
Según las encuestas municipales, el turismo es el cuarto problema más importante de la ciudad. La mayoría de las quejas proceden de los residentes en Ciutat Vella, Gràcia y el centro del Eixample, las áreas más concurridas. El ayuntamiento está en proceso de elaborar un plan estratégico para definir el modelo turístico y los objetivos a cumplir entre 2016-2010, entre los que se encuentran gestionar el flujo de turismo y que el crecimiento de este sea sostenible.
A las habituales protestas relacionadas con los vagones de metro llenos, que pasear se convierta en una carrera de obstáculos entre ciclistas, patinadores y segways, el exceso de ruido o los precios abusivos se ha añadido una nueva: la proliferación de apartamentos turísticos considerados ilegales. Esto relaciona a plataformas de reservas como Airbnb o Homeaway.