
Qué lástima que algunos grandes restaurantes de Barcelona se escondan en lugares poco barceloneses. Es el caso de Batea, probablemente, una de las mejores marisquerías de Barcelona (sin duda, al menos, la más contemporánea), que se aloja en un hotel de la esquina de Gran Via con Rambla Catalunya, algo escondida de las vistas, pero escondiendo a su vez eso, una marisquería contemporánea de local agradable donde se consigue como en pocos sitios el encuentro eso que hace la marisquería (servir producto de primera calidad casi intacto) y el de la alta cocina (crear platos que nos hagan olvidar los productos que lo componen para recordar la creación final).
El local, que huye del barroquismo tradicional de este tipo de negocios, no avisa de la calidad de las elaboraciones. La moluscada es el ejemplo: almeja en salsa verde delicada, navaja con emulsión de codiem, carneiro con aliño de gilda. El producto casi sólo con un toque de maestría. Las cigalitas con agua de lourdes, sabrosas como pocos platos, también.
Pero poco platos para definir el local como el ravioli de cocido gallego que nada en un suquet de peix y llega con una gamba blanca cruda, un plato delicioso que es el resumen perfecto de la esencia de este restaurante: espíritu galaico-catalán con el sabor a mar como protagonista y el producto desnudo, esa gamba blanca, como emblema.
Todo en la carta apetece, y todo es algo efímero, porque aquí se trabaja con la pesca del día (el cocinero enganchado al móvil hablando con el pescadero) para aegurar productos frescos que permitan adaptar las elaboraciones al producto disponible. Un gran sitio para celebrar a lo marisquería… huyendo de una marisquería.
Gran Via de les Corts Catalanes, 605, Pl. Baja, Eixample
60 -80€