En octubre saltaba la noticia de su cierre. El barrio de Sant Antoni perdía así una de sus tabernas más míticas. Su dueño se jubilaba, lo anunció y las redes sociales hicieron explotar la noticia.
Pero la desgracia duró poco. Apenas unos meses después de la funesta noticia ya había nuevos planes para la Bodega d’en Rafel (Carrer de Manso, 52).
Rafel Jordana, su dueño durante los últimos 35 años, se retira, pero deja, dice, buen relevo. Y fuimos a dar fe. Allí hablamos con el nuevo responsable, que dice que no ha cambiado el personal, ni la cocina, ni el local. Y tampoco la clientela, claro.
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¿Por qué es tan especial la Bodega d’en Rafel?
Nuestra compañera Luna Parodi hablaba de la bodega en estos términos:
«Hay cosas como el vino de barrica o el jamón al corte a las que más que de clásicos, deberíamos calificar de indiscutibles y atemporales. Colocar esta recomendación al principio del todo en la lista de mejores sitios de Sant Antoni no es baladí: aquí se madruga, se come y se cierra. Volver a la Bodega d’en Rafel sienta bien al alma tanto de los peregrinos, como de los feligreses que llevan acudiendo a su segunda casa desde que abrió, en la década de los 60.
Y no hablemos de los placeres del paladar y del bolsillo. Aquí todo es lo que tiene que ser: lo humano, humano, el vino, bueno y la comida, casera. Que si pides una croqueta te pongan una croqueta no es algo que pase todos los días (y menos una tan espectacular), a no ser que tengas ya el codo hecho al mármol de las mejores mesas de la calle Manso».