Si al morir os dejaran decidir entre ir al cielo o el infierno ¿Qué elegiríais?
Meditad bien la respuesta, porque no es tan sencilla. Sí, al cielo van los buenazos, los virtuosos, la chica que anuncia el queso Philadelfia…Y parad de contar, porque acceder a esa zona VIP donde la perfección y la armonía imperan por los siglos de los siglos y amén es más difícil que sacarse una oposición a registrador de la propiedad.
En cambio el infierno… En el infierno hay contorsionistas semidesnudos cuyos movimientos alientan al acto carnal con Puccini y heavy metal de fondo; en el infierno no hay reglas, no hay tabús, y sus soberbios habitantes están sedientos de fama y sexo. Sí, he estado en el averno y sé que es una decrépita catedral gótica en cuyo altar se sienta Lucifer, el maestro de ceremonias de esta fiesta eterna. Que le den al cielo, el infierno mola más. Es un Cabaret Maldito al que todo el mundo está invitado…Si se está dispuesto a asumir las consecuencias de ocupar una butaca.
Si en el Circo de los Horrores y Manicomio del Circo de los Horrores—los espectáculos que precedieron a Cabaret Maldito— la entrada era apta para todos los públicos, esta vez solo pueden cruzar las puertas del inframundo los mayores de edad. No es necesario haber visto los anteriores espectáculos para enterarte de qué va la trama. Solo necesitas desinhibirte y dejarte llevar por esta fusión de teatro de vanguardia, circo contemporáneo y cabaret. Aquí se va llorado de casa y con la mente abierta, ya que vais a contemplar el humor que se destila ahí abajo: picantón, negrísimo y ácido a más no poder.
Cuentan que un grupo de artistas decadentes a los que se dejó de rendir culto hicieron un pacto con el diablo por una noche más de éxito, focos y aplausos. Lucifer, la quintaesencia de la avaricia, no hace favores gratis y no pierde ocasión de recordar a las almas que se contonean por su escenario que “todo tiene un precio”. Así se ríe de su desgracia agasajado por enanos viciosos, madames sin tapujos, transformistas, gigolós, demonios y demonias con más carne que ropa. El público no permanece pasivo a esta vorágine, sino que es partícipe de ella. Al fin y al cabo, todos tenemos un pecado inconfesable incapaz de librarnos de la condena eterna, ¿verdad?
Durante las dos horas que dura esta interpretación contemporánea del infierno hay tango a trois, acrobacias locas, contorsionismo y un “péndulo de la muerte” tan alucinante que hará que te caigas muerto del asiento. Un predicador tratará de alejaros de todas estas vicisitudes, pero creedme, he estado en el infierno y he visto como también caía en las triquiñuelas del maligno. Ni los clérigos están a salvo.
Por cierto, Lucifer en persona quiere que os envíe este mensaje: “Ínfimos y lujuriosos mortales, bienvenidos seáis a este maldecido y perverso lugar de pecado… El Cabaret Maldito” ¿Os atrevéis a pasar?