Los orígenes del término remiten a principios de siglo XX.
Hay veces que pequeños errores marcan el camino. Unas veces esos errores son determinantes, otras veces no lo son, como todo en la vida. Por ejemplo, como caso determinante, podemos pensar en el descubrimiento de la penicilina o del LSD: ambos fueron descubiertos por error. Y precisamente la persona que vende LSD es llamada así –camello– por error: el término adecuado para el drugdealer, si nos atenemos a los hechos históricos, debería ser dromedario.
¿Los motivos? Pues los encontramos en un reportaje de 1926 en el periódico sensacionalista El Escándalo. El reportaje versaba sobre los bajos fondos de Barcelona: delincuencia, fumaderos de opio y venta de cocaína –entonces conocida como Mademoiselle Cocó).
En el cuerpo del artículo se cuenta algo verdaderamente interesante en lo que al origen etimológico de “camello” se refiere: los vendedores de cocaína se guardaban el material en una joroba de cartón. A partir de ahí el resto es historia. El problema que planteamos es el siguiente: ¡los camellos tienen dos jorobas!
La historia, que no tendría que significar nada y solo vendría a satisfacer cierta curiosidad, no deja de ser una leyenda popular con base periodística. Así que, como reza el dicho italiano, se non è vero e ben trovato.