Helios Gómez Rodríguez, artista gitano polivalente, fue el autor de esta obran tan peculiar.
En plena guerra -conflicto de tintes morales y sociológicos e impacto reducido, realmente- por la última canción y el videoclip correspondiente de Rosalía, Malamente. A saber, la legitimidad en la asunción de un arte generado por una cultura represaliada: el uso vacío de elementos calés. En ese contexto, decimos, queremos reivindicar la figura de Helios Gómez Rodríguez, artista gitano consagrado a su ideario político.
Y quizás sobre esta última frase reposan las claves de su arte: exiliado por razones políticas y escribiendo o aprendiendo o pintando, volviendo a España y afiliándose al PCE, encarcelado o participando activamente en la Guerra Civil y comulgando la actividad con la creación artística. La creación de álbumes, de portadas de diarios o de revistas, de ilustraciones, de carteles y, dada la ironía, de capillas.
Dada la ironía, decimos, porque parece lógico pensar que su posición izquierdista le mantuviera al margen de toda expresión católica. Pero lo explicaremos más adelante.
La historia fue que, al acabar la Guerra Civil, Helios -si se nos permite el tuteo- pasó por campos de concentración en Francia y en Argelia, donde conoce a escritores como Max Aub y, sobre todo, a la que sería la madre de su hijo (éste, fundador y principal valedor de la Asociación Cultural Helios Gómez Rodríguez).
De vuelta en Barcelona, Helios se resiste a aceptar el régimen franquista y funda el grupo de Liberación Nacional Republicana en 1944. Y también la Casa de Andalucía. Luego es detenido. Y así pasa un puñado de años. Entre la cárcel y la calle. Su última estancia acaba en 1954, pero muere dos años después, en 1956.
En esta última etapa carcelera, Bienvenido López, sacerdote y director espiritual de la Modelo, le pide personalmente -sabiendo de sus aptitudes- que pinte unos frescos dedicados a la Virgen de la Merced. Una virgen que, por cierto, es la patrona de los presos y de la ciudad de Barcelona.
Helios accede y la ejecución de la obra pasa a ser su entretenimiento principal durante un periodo de tiempo. La pintura preside -presidía, realmente- la pared de la celda número 1 del primer piso de la cuarta galería. Por las condiciones y rasgos de quienes componen la pintura, el lugar pasa a ser conocido popularmente como la Capilla Gitana. La capilla era, al mismo tiempo, el lugar en el que los condenados a muerte pasaban sus últimos momentos.
Polémica, polemizada y discutida, las autoridades penitenciarias de finales de siglo decidieron blanquear la pared. Fue por decisión expresa de la Dirección de Servicios Penitenciarios de la Generalitat. Recubrieron con pintura blanca el fresco y adujeron razones higiénicas.
Ahora, cerca de 20 años más tarde y estando en boga el tema de la reutilización de la Modelo, lo de la Capilla Gitana ha salido a la palestra. Se sabe que las pinturas están debajo de la capa de pintura: se pueden ver fragmentos de ellas y sólo haría falta restaurarlas. Para ello, uno de los primeros pasos parece ser declararla Bien Cultural de Interés Nacional, cosa que quiere hacer el Departamento de Cultura de la Generalitat.